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Reportaje:

Viaje de ida y vuelta a las alcantarillas de Bucarest

La policía trata de maquillar la espantosa situación de miles de niños que viven en las cloacas de la capital rumana

Once años después de la caída de Ceauscescu, Rumania busca todavía una solución para los miles de niños que viven en las alcantarillas de Bucarest. El Gobierno rumano parece haber encontrado la solución milagrosa: hacerlos invisibles gracias a la labor de la policía.

La operación, bautizada De nuevo en casa, es tan simple como inútil y violenta. La policía asalta las cloacas de Bucarest, baja a los subterráneos de la capital rumana y saca a los niños a la superficie.

Una vez identificados, los niños de las tinieblas son metidos en autobuses y trenes y escoltados a sus ciudades y pueblos de origen, de donde, por supuesto, regresan a Bucarest por sus propios medios en cuanto son liberados por la policía. En pocas palabras, vuelta a la casilla de salida. Y para hacer una buena obra, la policía recoge de paso a los mendigos y las prostitutas que no pueden justificar un domicilio en Bucarest. A mediados de junio, 300 de ellos han sido trasladados.

'No puedo aceptar que deportemos a gente como lo hacíamos durante la II Guerra Mundial', advierte el alcalde de Bucarest

Esta extraña voluntad de limpieza, que atenta contra los derechos humanos, ha escandalizado a numerosas asociaciones. 'Esta operación no sólo es ilegal, sino también absolutamente inútil'. afirma Manuela Stefanescu, presidenta de la asociación El Comité Helsinki. 'Es como si quisiéramos esconder nuestra miseria bajo tierra'. Lo que es cierto es que el hecho de que millares de niños compartan bajo tierra su miseria con los perros y las ratas no es algo de lo que los rumanos puedan sentirse orgullosos.

Pero ¿se puede solucionar el problema expulsándolos de la capital? 'Bucarest no es una ciudad medieval amurallada', afirma George Roman, responsable de la asociación Salvar a los Niños. 'Estos niños, que son capturados por la policía como si fuesen criminales, van a volver a Bucarest en cuanto les hayan soltado'. La policía de Bucarest, que junto al Gobierno ha concebido esta operación de limpieza, considera la iniciativa perfectamente legítima. 'Me da vergüenza saber que los rumanos están más preocupados por los perros vagabundos que por los niños que viven en las alcantarillas', afirma indignado Gheorghe Mihai, comandante de la policía. '¡Que paren de hablarnos de derechos humanos! A esos niños se los están comiendo las ratas en las cloacasHay que sacarlos inmediatamente de allí y alojarlos en algún sitio'. Un punto de vista que las asociaciones no comparten del todo, ya que consideran que la policía no debe sustituir a los servicios sociales.

El debate en torno a los niños mendigos de Bucarest nunca ha estado tan de actualidad. La Comisión Europea ha avisado a Rumanía de que la primera condición para su integración en la Unión Europea es la regulación del problema de los niños de la calle. Las autoridades rumanas han sido capaces de censar los 200.000 perros vagabundos de Bucarest, pero no pueden avanzar una cifra precisa de cuántos niños viven en las alcantarillas. Un desconocimiento que dice mucho. Según las asociaciones, habría entre 3.000 y 5.000 en todo el país, y de ellos la mitad se encontrarían en Bucarest.

El popular alcalde de la capital rumana, Traian Basescu, que ha decidido sacrificar a los perros vagabundos, no duda en criticar al Gobierno. 'No puedo aceptar que deportemos a gente como lo hacíamos durante la Segunda Guerra Mundial', afirma. 'Aquellos que me han atacado por matar a los perros muestran ahora su desprecio por los seres humanos. ¿Por qué el primer ministro, en lugar de pasearse con su perro por los pasillos del palacio presidencial, no lo hace con un niño que ha sido trasladado? Montarlos en trenes como si fueran ganado no sirve para nada. Si el Gobierno quiere limpiar Bucarest, sería mejor que acabara con las mafias'.

© Le Monde / EL PAÍS

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