'Webcam-manía': ¡manda webs!
Pese a la tecnología asimétrica digital de Telefónica que me asiste (¡Dios nos asista!), las imágenes de las webcams que apuntan sobre Pamplona me llegan con el inevitable delay, o sea, con un retardo que convierte a los sanfermines en cine muy anterior al cine de 24 imágenes por segundo. Las ciencias avanzan, pero no hay que exagerar. Puedo, pues, hacer un sofisma, sin embargo verdadero: si como dijo Godard, el cine es la verdad 24 veces por segundo, los sanfermines emitidos 'en tiempo real' por las webcams de guardia son una mentirosa falsificación de la verdad.
Eso sí, los sanfermines de las webcams, a diferencia de los reales, no huelen a ligre (sic). El circo, que este año viene muy mitológico, ha traído dos sensaciones sin par: el espectáculo Prometeo (el arte de volar), y al ligre, un cruce fantástico de tigre de Bengala y león del Congo. El ligre: una alucinación borgiana. Pamplona, por más que el Señor nos haya mandado la bendición de la lluvia, huele a ligre, un olor recio y penetrante a portentoso animal mitológico.
La culpa, imprevisiones municipales aparte, será de los muchos émulos de Prometeo aquí reunidos. De tanto superhombre convencido de estar dotado de un hígado inmortal. Por lo demás, y en materia de volar, otro émulo de Ícaro se abrió anteayer la crisma al saltar desde la fuente de la Navarrería.
La webcam-manía es una perversión de la mirada vaticinada por Hitchcock, hace medio siglo, en su Ventana Indiscreta: 'Nos hemos convertido en una civilización de mirones'. La excrecencia natural de esa perversión en el mirar es la casa de Gran Hermano, con su penetrante olor a ligre.
En España, webcam-manía y Gran Hermano han coincidido con el fenómeno cultural y gubernamental conocido como normaduvalismo. El normaduvalismo tiene su escenario sanferminero en el Paseo de Sarasate, donde ayer actuaban las flamencas chungalíes de Papá Levante, las de 'me pongo colorada cuando me miras'. El concejal de Cultura dice ser fan confeso de ellas sin ponerse colorado: ¡manda webs!
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