Inquietante
Hay algo inquietante en el comportamiento de Aznar en este asunto del fiscal Cardenal y el ministro Piqué, algo que no se menciona suficientemente y que causa un profundo malestar a cualquiera que pretenda mantener una actitud neutral en todo esto, y es el hecho de que está burlándose con descaro, con impenitente descaro, de la inteligencia que cabe reconocer a todos los que le votaron. Sabe bien que actuando como lo hace atenta a su imagen y a su credibilidad, que arruina un poco más si cabe nuestra imagen de la política y desengaña, tal vez para siempre, a todos los que confiaron en que la derecha española haría un esfuerzo por civilizar y normalizar su talante.
Es difícil de creer que no sea consciente de ello y sin embargo, ¿por qué lo hace? ¿Acaso porque ya no confía en su capacidad política como presidente del Gobierno y entiende que no tiene más salida que dedicarse a estas prácticas oscuras y vergonzantes? ¿O es que Aznar ha llegado al poder empujado sólo por una ambición estéril: mandar para que otros no manden, gobernar para impedir que otros -acaso más capaces- gobiernen?
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