Superviviente del metro
Para los que nos vemos obligados a viajar en el metro todas las mañanas, los problemas son aún mayores que los de Elvira Lindo cuando va en taxi. Desde que salgo de mi casa (en un barrio periférico de Madrid) a las seis y cuarto de la mañana, intento respirar algo de aire, pero mis compañeros de ruta que van delante lanzan bocanadas de humo cual si fueran pequeñas fábricas andantes. Les esquivo y cruzo a la otra acera. Entramos en el subterráneo y, pese a estar prohibido fumar en toda la red del metro, casi nadie lo respeta. Los que vamos detrás en las escaleras mecánicas fumamos la suma de los cigarrillos de todos los que van delante. Cuando terminan, lo lanzan sin mirar y te lo apagan en un pie.
Llega el tren y peleo por un rincón que permita pasar la hoja del periódico. A veces viene tan lleno que los que consiguen entrar solicitan de los que se quedan en el andén que les empujen para hacerse un hueco. En ocasiones los compañeros pegados a mi piel escuchan una música atronadora a un volumen ensordecedor, y eso que llevan cascos; cómo se quedarán sus oídos... Las mochilas de los que se llevan la tartera al trabajo se clavan por doquier.
En la mayoría de las líneas el calor es tan insoportable que da igual haber salido de casa duchado, se mezclan los olores de los que tienen costumbre con los que, sin haberse pasado por agua, tienen a bien perfumarse, formándose un tufo nauseabundo. En la avenida de América se añaden los gases de los tubos de escape de los autobuses.
Los carraspeos con final feliz están a la orden del día y requieren los mismos reflejos que antes con las colillas si no se quiere recibir un bautizo repugnante. Si todo va bien, consigo enlazar con los metros siguientes.
Lo más agotador es cuando por avería en un tren se ven obligados a desalojarnos, formando un tumulto y un desconcierto que llega hasta el desmayo, teniendo que avisar al Samur.
Son frecuentes las alusiones al señor alcalde: 'Ya me gustaría ver a José María Álvarez del Manzano aquí, seguro que dejaba de estar tan orgulloso de sus logros'. La historia se repite todos los días.
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