El Escorial estrena sus mejores dibujos

Patrimonio Nacional exhibe desde el viernes, en los salones de honor del monasterio de San Lorenzo de El Escorial, por primera vez en su historia y hasta el fin de agosto, una espléndida colección de dibujos, cartones y calcos de trabajo del artista italiano Francesco da Urbino. Fue uno de los mejores y primeros fresquistas de cuantos decoraron el recinto monacal madrileño entre los años 1575 y 1582.

La muestra, de acceso gratuito, ha sido comisariada por la conservadora Carmen García Frías y su montaje es obra del arquitecto Ginés Sánchez-Hevia, que ha elegido tonos de color rojo inglés para enmarcarla: reúne 33 dibujos con motivos bíblicos, virtudes y profetas, de los cuales 25 son cartones atesorados por la real biblioteca del monasterio, en cuyos estantes no fueron hallados y documentados hasta el año 1851 por José de Quevedo. Se exhibe junto al Martirio de san Mauricio, de El Greco.

La muerte prematura, en 1582, de Franciscus de Gorachiis, que tal era el nombre del fresquista nacido en Borgo San Sepolcro en 1545, permitió que sus mejores cartones, con figuras de tamaño natural, y los cinco dibujos que los acompañan permanecieran casi intactos en los anaqueles de la magna biblioteca. Destaca el trazo manso de una alegoría de La castidad, una mujer de gran dulzura, acompañada de la levedad de una tórtola. Era costumbre de la época que estos diseños, silueteados con un agujereamiento del contorno, estarcido, precedente a la hechura de los frescos, pasaran a la propiedad de sus autores para ser posteriormente destruidos.

Ello agrega a la obra expuesta una valía muy especial, a juicio de Carmen García Frías, que subraya su alto poder expresivo por la rotunda belleza y nitidez de sus trazos: se adivina la inspiración de Da Urbino en Rafael Sanzio.

Los dibujos fueron realizados con lápiz negro blando, para las líneas preliminares, y con pluma entintada, para los pliegues y ondulaciones de ropajes y anatomías. En los sombreados, Da Urbino se atuvo a la técnica del plumeado con rayas paralelas, de evocación tenebrista, aprendida de su maestro, el genovés Giovanni Batista Castello, El Bergamasco; fue éste quien contrató a los primeros artistas que decoraron el cenobio escurialense.

Los bocetos guiaron los frescos con los que Da Urbino repujó de belleza el techo de la celda prioral baja, su obra máxima, y el del zaguán de la sala capitular. Por más de cuatro siglos han mantenido un esplendor deslumbrante, tachonado por dorados y encendidos grutescos, dispuestos al modo de quadratturas: de vivo colorido, albergan un lugar central enmarcado por lunetos, donde figuras bíblicas sedentes ignoran los mudos atlantes que las cercan. Clasicismo y barroco laten fundidos en estos trazos que se exhiben en San Lorenzo de El Escorial.