No vayan a oírnos
El centro de Madrid se ha convertido en 'El jardín de las Delicias': zonas tomadas por mafias de todos los países que a menudo pelean con navajas. Prostitutas que disputan a gritos su territorio, a cualquier hora del día o de la noche (dormir con las ventanas abiertas se ha puesto difícil); drogadictos pinchándose en la calle, a veces en mi portal y para entrar tengo que pedirles perdón con mucha humildad, no sea que se enfaden y me ataquen; aceras sucias, aunque los barrenderos se afanaban de verdad, pero con gente que no utiliza las papeleras y hasta hace sus necesidades en la calle, poco se puede hacer; robos en los coches y a los turistas; en cuanto aparece alguien con pinta de ser de fuera o cargado de maletas, le rodean y a poco que se descuide le birlan la cartera con el dinero y todos los documentos. La mayoría de los inquilinos son extranjeros, así que los españoles estamos un tanto acobardados. Si hablamos entre nosotros lo hacemos en voz baja, no vayan a oírnos.
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