Todo normal
Llevamos una racha atroz de crímenes, pero Ansuátegui ha dicho que disfrutamos de un índice de delitos similar al de la UE. Somos europeos, ya que no en otras cosas, sí en la posibilidad de que te rajen y metan tu cadáver debajo de la cama. No tenemos nada que envidiar a Francia ni a Alemania ni a Bélgica. Un ciudadano de Madrid cuenta hoy con las mismas posibilidades de ser asesinado que un austriaco. A mí todo esto no me parece muy europeo, la verdad. De hecho, el otro día estuve viendo por la tele Reservoir dogs, la película de Tarantino, y me pareció que estábamos dentro de esa película, que no es precisamente una película europea. Los personajes se mataban por un quítame allá esas pajas y hasta había una escena en la que un tipo le arrancaba en vivo la oreja a otro. Después, en un dudoso golpe de humor, hablaba a través de esa oreja con la persona mutilada.
Me impresionó tanto la película que al día siguiente iba por la calle y me pareció ver una mano en la acera. Luego resultó ser un guante vacío de color carne, pero con esta normalidad tan anormal de Ansuátegui se espera uno cualquier cosa. Y no es que uno sea aprensivo, sino que hay una constatación empírica del horror. Entraron tres individuos en un piso de Carabanchel, decíamos, mataron a un ser humano y metieron el cadáver debajo de la cama. A mí esto me produce perplejidad, y susto, pero yo es que soy muy nenaza. De hecho, un vecino dijo que oyó golpes y quejas, aunque no se extrañó, porque en ese piso la gente se peleaba con frecuencia. Otro vecino se despertó antes de lo acostumbrado porque alguien gritaba, pero tampoco se asustó porque no era la primera vez. El caso es que estás todo el día trabajando y al llegar a casa pones la película de Tarantino para huir de la realidad, y en lugar de huir de la realidad resulta que te has metido de cabeza en ella. Llega un momento en el que no sabes si los gritos de dolor proceden de la tele o del piso de al lado.
La vida, en otras palabras, es una continuación de la tele; a veces, del telediario. No habían pasado 24 horas de este crimen normal, cuando un matrimonio residente en el Pozo del Huevo fue asesinado a tiros normalmente al llegar a su chabola. Venían de celebrar un cumpleaños y se encontraron con cinco personas normales que cosieron al matrimonio a tiros delante de sus hijas. Una de ellas, de siete meses, permaneció en brazos de su madre mientras expiraba, como si el guión fuera talmente de Tarantino, no me digas que no. El señor Ansuátegui se calló en esta ocasión lo de la seguridad privada porque un sexto sentido le indicó que quizá no era el momento, pero le faltó tiempo para afirmar que Madrid tiene el mismo índice de criminalidad que el resto de las ciudades de la UE. Y eso que ha habido tres homicidios en dos días.
-Semos europeos -dijo un individuo en un bar, leyendo la noticia.
-Somos, bestia -corrigió el camarero.
-Sí, señor, somos bestias -añadió el interfecto sin saber que estaba haciendo un chiste antiguo.
Ansuátegui, también sin conciencia alguna de estar diciendo algo gracioso, aseguró que estos sucesos se debían a 'circunstancias lamentables y no deseables'. Qué rigor mental, ¿no? Pues así estamos, dentro de una película de Tarantino, pero con un delegado del Gobierno que parece sacado de una obra de teatro de Muñoz Seca.
Pero yo insisto: ¿es europea la violencia de Tarantino? No me imagino a un asesino sueco, francamente, escondiendo los cadáveres debajo de la cama. Ni a cinco criminales belgas asesinando a tiros a una familia que viene de un cumpleaños. Los centroeuropeos tienen sus cosas, como todo el mundo, pero no son tan extravertidos.
Y estando en éstas, va la Comunidad y saca el 'plan agosto', que consiste en que la gente venga a pasar el verano con nosotros gracias a unas ayudas económicas.
-Madrid no será una ciudad moderna y competitiva -dijo el consejero de Economía en la presentación del plan- mientras agosto siga siendo como hasta ahora.
Creo que es un error. Cuanta más gente venga, más gente podrá ser asesinada y más cadáveres aparecerán debajo de las camas.
Personalmente, me resigno a tener el mismo número de muertos de la UE, pero ni uno más. Además, insisto en que en Bélgica, diga lo que diga Ansuátegui, se mata de otro modo y no con esta crueldad de Tarantino que nos caracteriza.
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