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De Berlusconi, Aznar, Nicole Fontaine 'et alteri'

De entre las cosas que suceden en el devenir de la vida de los países que creemos democráticos, hay algunas, cada vez más, según parece, que dan asco. Y así como dan asco, por ejemplo, las matanzas de ETA, la connivencia de tantos con las amenazas a la integridad física elemental y a la falta de libertad con que deben convivir muchos de nuestros conciudadanos en el País Vasco, o, por salir fuera de España, la alegría con la que tantos Estados de los USA, admiten y ejecutan la pena de muerte o animan a sus ciudadanos a poseer más y más rifles y armas de fuego en general, no es posible salir del asombro que produce la contemplación de las andanzas, alianzas y triunfos de Silvio Berlusconi (Il Cavaliere) dentro y fuera de nuestro país.

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Il Cavaliere, todos los ciudadanos, no ya de Italia, sino los mínimamente informados de Europa lo saben, es altamente sospechoso de máxima colaboración (mutua) con la Cosa Nostra italiana desde los orígenes de la formación de su imperio económico y mediático hasta nuestros días. De hecho, la Fiscalía italiana tiene puesta blanco sobre negro en sus informes acusatorios (EL PAÍS, 20.5.01, págs 4-5), que Berlusconi inició su actividad como constructor en Brugherio, constituyendo la Empresa Edilnord gracias fundamentalmente a la ayuda de la Banca Rasini en los años sesenta, banca donde trabajaba su padre y que, según las hipótesis de la Fiscalía de Milán, producto de sus investigaciones desarrolladas en los años setenta y ochenta, fue encrucijada de intereses de la delincuencia milanesa en general y, en particular, de los de la Cosa Nostra milanesa. De esta época, años sesenta y setenta, datan tanto los fuertes vículos de Il Cavaliere con otro joven sospechoso de estar íntimamente relacionado con mafiosos dedicados al tráfico de estupefacientes a gran escala, Marcello Dell'Utri, al que hizo su secretario y que es hoy honorable parlamentario europeo que trabaja en pro de la pureza de principios y normas que han de presidir la construcción de nuestra Unión, como la contratación como mayordomo del conocido boss mafioso Vittorio Mangano para 'marcar' las relaciones existentes entre la Cosa Nostra, Dell'Utri y Berlusconi e impedir así que este último o sus familiares pudieran ser secuestrados por 'equivocación', dado que ya a principios de los setenta Berlusconi podría ser un apetitoso bocado para una Cosa Nostra desinformada, por su relevancia empresarial en Milán.

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De finales de los setenta, siempre según la Fiscalía italiana, data la aproximación de Il Cavaliere a la tristemente famosa Logia masónica Propaganda 2, de Licio Gelli -persona a su vez próxima a los mafiosos corleoneses de Totó Riina-, y su decisión de invertir en el llamado 'Affaire Olbia 2', operación de lavado de dinero de una de las familias mafiosas, así como su inmisión en los medios televisivos de Sicilia y otras cadenas italianas a través de la sociedad Tinacria, incorporada más adelante al grupo Fininvest, siempre acompañado por Dell'Utri y otros conocidos como mafiosos indubitados como Stefano Bontate y Mimmo Teresi, siendo normalmente Marcelo Dell'Utri, según declaraciones de Gaspare Mutolo, quien se desplazaba a Sicilia en nombre de Berlusconi cuando era necesario hablar con los 'hombres de honor' (mafiosos prominentes) para cuidar de los mutuos intereses y preocupaciones relativos bien a los edificios y terrenos del centro histórico de Palermo, bien al sector televisivo o a otros... siempre con el consentimiento (y provecho) de Totó Riina, máximo cuidador de los intereses de la Cosa Nostra siciliana.

Tras unos escarceos previos con la Marbella de Jesús Gil, a finales de los años ochenta, principios de los noventa, para nuestra desgracia, Il Cavaliere y sus íntimos se interesan por el sector televisivo en España, constituyendo con la ONCE, el grupo de Javier de la Rosa y otros pequeños accionistas, Gestevisión, entidad que solicitaría y obtendría la concesión administrativa para la gestión y explotación de la Cadena 5 de Televisión... y ahí fue Troya.

Según la imputación del Juzgado Central número 5 de la Audiencia Nacional, Il Cavaliere y Marcello Dell'Utri, junto a otros que no vienen ahora al caso, deberán responder ante la justicia española de una cadena de delitos continuados de falsedad documental y defraudación a la Hacienda pública por importe no inferior, al menos, a 2.300 millones de pesetas, sancionados con penas privativas de libertad no inferiores a ocho años de cárcel, así como a las correspondientes penas de multa y responsabilidades civiles derivadas de los delitos de que son acusados.

El tiempo, sin embargo, corre, como en tantas otras ocasiones, a favor de Il Cavaliere y sus amigos, quienes, para ayudarse un poco, se fabrican la inmunidad correspondiente a la condición de europarlamentarios -que Dell'Utri y el propio Berlusconi consiguen a finales de 1998- y, por si fuera poco o fallara, el señor Berlusconi se procura un nombramiento posterior del Gobierno italiano como miembro de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, que lleva inherente otra inmunidad añadida.

Pero he aquí que el destino, siempre favorable, al parecer, a estos triunfadores, hace que, por alguna razón coyuntural que debería ser explicada a los españoles, Il Cavaliere y José María Aznar, presidente del Gobierno de España, devengan por estas fechas -finales de los noventa- grandes amigos, al menos políticos, y que Aznar presente, avale y consiga, no sin reticencias varias, la admisión de Berlusconi y su partido, Forza Italia, en el grupo conservador europeo, donde trabajan juntos amigablemente en la actualidad.

Y deben trabajar bastante ya que, como quiera que para julio de 2000 el suplicatorio elevado por la Audiencia Nacional, vía presidente del Tribunal Supremo español, para levantar la inmunidad de los europarlamentarios Berlusconi y Dell'Utri y poder juzgarles en España, ha llegado a las manos de doña Nicole Fontaine, flamante presidenta del Europarlamento y co-militante conservadora de Aznar y Berlusconi, ésta, ni corta ni perezosa, guarda los papeles, los entrega subrepticiamente, al parecer, un mes después, a algún funcionario español sin dar cuenta a nadie en el Parlamento Europeo, como era de hacer; éste, a su vez, lo deja a buen recaudo durante más de seis meses, y si te he visto no me acuerdo, a dormir tocan el sueño de los justos.

Algún artero socialista europeo, hacia finales de febrero de 2001, recuerda, quizás por casualidad, la existencia del suplicatorio tramitado por la máxima y competente autoridad judicial española y se interesa -menos mal- por su suerte, recibiendo al cabo de un par de meses la información de que el señor Piqué, ministro de Asuntos Exteriores español, había decidido por su cuenta y riesgo -informado y coordinado con la señora Fontaine, es de suponer- poner en duda la competencia del presidente del Tribunal Supremo para remitir el dichoso suplicatorio, desautorizar a éste, en cualquier caso, y someter a dictamen del Consejo de Estado, favorable por supuesto, su opinión de que la autoridad competente para tal función era el ministro de Justicia, e incompetente el presidente del Tribunal Supremo, al que desautoriza vergonzosamente así, para gran júbilo de la señora Fontaine, Il Cavaliere y Aznar, que culminan de este modo la operación que ha favorecido objetivamente la impunidad del señor Berlusconi; porque, a todas éstas, Berlusconi ya había arrasado en las elecciones de Italia un día o dos después de conocerse la opinión de nuestro flamante Consejo de Estado y era primer ministro in péctore de su país.

Las conclusiones llueven por sí mismas. El asunto apesta tanto como la situación resultante, en virtud de la cual tenemos a un sospechoso de ser un gran delincuente internacional como primer mandatario de un país de la Unión Europea como Italia, impune gracias, en cierta medida al menos, a los favores que le han prestado tanto el Gobierno español como la presidenta del Parlamento europeo: un proceso penal español paralizado e incapacitado para impartir justicia en un grave asunto criminal y, por si fuera todo ello poco, un conflicto jurisdiccional no planteado pero resuelto a su favor por el Gobierno español, con grave desprestigio y ninguneo en Europa de nuestra más alta instancia jurisdiccional, el presidente del Tribunal Supremo.

Decididamente, hay aspectos de la vida de los países democráticos que dan asco. Es posible que la Unión Europea se construya de forma razonablemente justa y civilizada, pero es seguro que algunos trabajan para todo lo contrario.

Jacobo Echeverría Torres es abogado.

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