Jondura y espectáculo
'Hay mucha magia aquí esta noche', dijo Estrella Morente en un momento de su actuación. Larga actuación, de dos horas menos unos pocos minutos, y sin descanso, en que la cantaora demostró una profesionalidad que ya quisieran para sí muchos con 40 años de carrera.
Esto de la magia es muy relativo, porque yo personalmente no llegué a sentirla. Lo que sí vi fue un llenazo impresionante, con todos los asientos (unos 2.000) ocupados y quizá más de mil personas de pie. Y oí, ¡vaya si oí!, los ecos continuos del trapicheo del bar, situado, aunque parezca sorprendente, en un lateral del mismo patio y que no suspende el servicio durante las actuaciones.
Pero oí también a Estrella Morente, lo que siempre es un regalo para los corazones. La cantaora intentó llenar el inmenso escenario con un nutrido grupo de flamencos, y programó un recital versátil en que dio cabida a todas las formas posibles de cante, que ella hace con suficiencia y autoridad, pues, pese a su juventud, es una de las cantaoras más largas que hoy circulan por ahí. Es decir, que cantó flamenco más o menos convencional en un principio, estilos jondos de los de mayor respeto después, y finalmente, esos temas más modernos que ha hecho populares en su reciente disco, como los titulados El cerro de Palomares o Moguer. En definitiva, un concierto de variadas facetas en sintonía con la masiva audiencia a que iba dirigido.
No es fácil que un mismo intérprete pueda afrontar con parecida eficacia géneros livianos y géneros profundos de cante. Hay quien canta muy bien por siguiriyas, es un ejemplo, pero por las bulerías pasa de puntillas, o no pasa. Estrella Morente pasa por siguiriyas, por bulerías y por todo lo que le echen, y con calidad. Es, desde niña, una aficionada de tal naturaleza al flamenco que lo canta todo, y bien. Sus siguiriyas, sus tarantas, sus soleares, sus granaínas, fueron de tal calibre que dan la medida de una cantaora a quien realmente queda poco por aprender. Y lo que sabe lo expresa con una jondura y un entrañamiento que convencen.
Los demás temas, que cerraron el concierto, en una línea de expresión más ligera pero quizás más personal, permitieron a Estrella un aparato gestual más suelto y espontáneo, pero interpretado con no menos musicalidad y con gran sentido del espectáculo.
Acompañada por un grupo en el que había muchos miembros de su familia, de su gente, como ella dice, asistimos ciertamente a un espectáculo bien plantado, agradable y además con arte. A ello contribuyó el excelente baile que hizo Joselillo Romero, bailaor madrileño adolescente que progresa en su entendimiento del flamenco.
El fenómeno de que una joven de 20 años, recién comenzada su carrera, tenga un 'tirón' semejante al que vimos anteanoche en el Conde Duque quizá debiera movernos a la reflexión. Muchos habrán pensado que, por ser hija de quien es, tiene casi todo el camino andado desde un principio, pero no me parece razón suficiente. Hay muchos, muchísimos 'hijos de' que quieren seguir la carrera de sus padres y fracasan estrepitosamente.
Habría que pensar en otras causas, fundamentalmente de índole artística. Estrella Morente es una cantaora flamenca de excepción, sin duda, aunque tampoco esto justificaría del todo un éxito capaz de movilizar masas infrecuentes en el flamenco. Pienso que su público es más amplio tal vez por el aire de modernidad que hay en su físico y transfiere a la puesta en escena de sus conciertos, y también, por supuesto, a su cante. Un conjunto de cosas que pueden explicar lo que, hoy por hoy, parece por lo menos sorprendente.
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