'Nadie me ha dicho todavía que no lo venda'
Los pequeños comerciantes se quejan de falta de información y continúan despachando el aceite prohibido
Un centenar de metros detrás de la sede del Ministerio de Sanidad, en el madrileño paseo del Prado, todavía podía comprarse ayer aceite de orujo de oliva en las tiendas. Los comerciantes desconocían -o decían desconocer- el problema del ya famoso benzopireno en el aceite, y aseguraban no haber recibido notificación oficial alguna. 'Ni idea, lo vendo porque nadie me ha dicho todavía que no lo venda', comentaba el castizo dueño de unos ultramarinos situados en pleno centro de Madrid.
La retirada del aceite de orujo de oliva refinado se ordenó el martes pasado, pero se prolongará 15 o 20 días más, según Sanidad. Pedro García, el dueño de un puesto del mercado de San Antón, afirmaba más categórico: 'Tengo aceite de ése, pero no te lo voy a vender'.
Los compradores de este producto -que supone un 8% del consumo total de aceite en España- son, por lo general, gente de pocos recursos económicos y, sobre todo, bares y restaurantes. Su uso: freír, freír y freír.
Los pequeños comerciantes no se mostraban preocupados por la prohibición, ya que las ventas son muy escasas: 'Una caja al año como mucho', según Pedro García. Abilio Rijo, encargado de un supermercado, ni siquiera se había enterado. 'Pero, si hay que retirarlo, se retira. Para lo que se vende...'. Ambos coincidían en que el sector hostelero era el principal demandante de este producto.
Por ninguno de los restaurantes visitados ayer en Madrid habían pasado inspectores de Sanidad para advertir a los cocineros del riesgo de usar aceite de orujo de oliva. Se habían enterado de su peligro por los medios de comunicación, como la cajera de un supermercado, que lo supo por las pantallas de información desplegadas en algunas estaciones del metro.
Adela, dueña de un pequeño restaurante en el centro de Madrid, aseguró: 'Claro que la gente usa este tipo de aceite, más que el de girasol, porque no deja de ser de oliva, y no cuesta mucho más'. (En los ultramarinos de barrio, el litro de aceite de orujo cuesta alrededor 275 pesetas, y el de semillas, unas 200).
Paz, cocinera de una casa de comidas, dijo que creía estar dando 'un buen aceite, sin saber que estaba encancerando a la gente'. Hace un año comenzó a usar aceite de orujo por su precio. Ella, que lo compraba al por mayor, lo conseguía por 200 pesetas el litro.
En algunos establecimientos regidos por extranjeros, la barrera del idioma no permitía una diferenciación entre aceite de orujo, de oliva, refinado e incluso vinagre. Baris, cocinero de un restaurante turco, aseguraba usar 'aceite, aceite de oliva'. Para apoyar esta afirmación acudió al interior de la cocina y volvió con la etiqueta de una botella de vinagre. Al final resultó que cocinaba con aceite de orujo. Los clientes -también turcos y que durante la conversación actuaron de intérpretes- no se lo recriminaron. 'No es culpa tuya, no lo sabías', dijo uno, comprensivo.
Escenas similares se repetían en tiendas de alimentación propiedad de inmigrantes asiáticos. Asustada y confundida, la encargada de una de ellas explicaba que había comprado el aceite de orujo hacía poco, 'para probar'.
La encargada de un establecimiento de la empresa Dia en el centro de la ciudad destacó que muchos de sus clientes eran extranjeros. 'Para ellos, todos los aceites de oliva son iguales. Ven la aceituna en la botella y lo compran, felices de comprar el más barato', decía. En los establecimientos de la cadena Dia ya no se vendía aceite de orujo. 'Ayer llegó la orden de que lo retiráramos', informa una empleada.
En los supermercados y grandes superficies, la situación era muy tranquila. El martes por la tarde, a petición de Sanidad, había comenzado la retirada de todo el aceite de orujo de oliva, y ayer ya no se podía comprar. Sólo unos pocos clientes se acercaron ayer a reclamar la devolución del importe del producto. Otro tanto ocurría con los centros telefónicos de atención al cliente. 'Pocas llamadas', 'calma total', según los teleoperadores que los atienden.
Aparte del bajo consumo familiar de este producto, parece que la gente empieza a acostumbrarse a las noticias sobre crisis alimentarias. 'Y ahora, el aceite', comentaba una señora resignada en un supermercado. 'Ni ternera, ni cerdo..., no sé qué acabaremos comiendo'.
Ez, un palestino, no se sorprende por las malas noticias. 'Vengo de un pueblo donde producen aceite y he vivido en Andalucía. Aquí siempre estoy preguntando a la gente por qué usan estos subproductos del aceite. Estas prácticas, como extraer aceite del hueso, sólo sirven para que las empresas ganen más dinero'. Además, se queja del uso de aceite recalentado: 'Es como cocinar con petróleo'.
Esta información ha sido elaborada por Emilio de Benito, Julienne Gage y Rafa Méndez.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.