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Columna
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Un visado para Castro

Ocurrió cuando unos amigos me invitaron a pasar el fin de semana en la casona de Cantabria. Tomamos la autopista que estaba inundada de coches. Poco después, el atasco era ya monumental. Muchos viajeros habían bajado sus ventanillas y charlaban entre sí. 'Tendríamos que habernos quedado en Atxiribil' -decía uno de Algorta que llevaba en su coche una ikurriña bien visible. A paso de caracol nos acercábamos a Ontón cuando divisamos las banderas. 'Deben de estar en fiestas' -comentó alguien. A los lados, chicas vestidas con trajes regionales saludaban agitando banderas de la UE trenzadas con cintas rojas y amarillas. Entre los coches, vendedores de refrescos ofrecían su mercancía en neveras portátiles. Unos metros adelante se nos acercó un policía: 'Documentación, por favor'. Mi amiga le preguntó: '¿Ha sucedido algo?' Pero él se limitó a indicar un letrero a su espalda: 'Entra usted en territorio Schengen'. Le entregamos nuestros carnets de identidad y, mientras los examinaba, preguntó: '¿Turismo o viaje de negocios?'

-'Queremos pasar el fin de semana... Y, oiga, ¿qué es eso de Schengen?' Pero ya el guardia se dirigía al conductor de Algorta. Éste sacó un carnet vasco, que acababa de recoger en la Herriko Taberna de Salsildu, pero el guardia se lo devolvió amablemente. 'Lo siento; necesita pasaporte'. 'Oiga -replicó el otro-, que tenemos casa en Laredo'. 'Pero ¿es usted español?'. 'No, eso nunca'. 'Pues entonces necesita pasaporte. Y no se olvide del visado'.

La barrera de la aduana se levantó para dejarnos paso. Pero el de Algorta tuvo que dar la vuelta. Cogió el móvil mientras decía: 'Pues qué se habrán creído esos'. Y marcó el número de la alcaldía. El alcalde de Getxo, alertado por el móvil, no tardó en ponerse en marcha hacia el lugar en que se había desatado el histórico conflicto. Una embarcación le recogió en Arriluze y junto con otros burukides pusieron rumbo a Castro Urdiales. Pero a pocas millas de la costa fueron interceptados por una lancha patrullera de la Guardia Civil.

Se notaba que el guardia que subió a bordo había estado hasta hace poco destinado en Tarifa, porque levantaba un poco la voz, gesticulando y separando las sílabas: 'Pa-pe-les; denme sus pa-pe-les'. Al alcalde, la indignación apenas le permitía articular palabra. 'Sin papeles deberán acompañarme', dijo el guardia. Al mismo tiempo, oyeron al que hablaba por radio: 'Recogidos seis indocumentados en una merlucera... Afirmativo. No entienden nuestro idioma. Les conducimos a la base'. Nunca hubieran esperado sufrir semejante humillación. Obligados a subir a la patrullera, obligados a beber café de un termo y, lo peor de todo, a tener que bajar a tierra rodeados de cámaras de televisión... ¡y envueltos en una manta con este calor!

Mientras por tierra y mar tenían lugar sucesos tan extraordinarios, ya en Noja nos enterábamos de las noticias por la radio. Así supimos que un grupo de intelectuales de la gauche divine madrileña habían enviado una carta al Congreso solicitando se concediera a los vascos-vascos la independencia que tanto anhelaban. Pero los diputados del gobierno y de la oposición, reunidos con urgencia en el bar de la Cámara, decidieron, en cambio, declarar la independencia de España. Una diputada resumió así el sentir general: 'Estamos hasta el moño. Estos vascos-vascos empiezan a convertirse en un peligro público'. Redactada la resolución sobre una servilleta de papel, todos sacaron sus móviles y la noticia se propagó a la velocidad del rayo. Como si todo el mundo hubiera estado hasta entonces esperando este momento, los vecinos de Ontón sacaron la barrera con franjas rojas y blancas que tenían escondida en un granero. Las chicas se pusieron sus trajes regionales y los venderos de refrescos prepararon sus neveras. El policía nacional que controla pasaportes en el ferry, llamó a su cuñado y juntos se dirigieron a proteger la nueva frontera que delimitaba a los países europeos unidos por el tratado de Schengen. Cuando la noticia llegó al móvil del Rey, parece que alguien le oyó musitar: 'Confiemos que sea para bien...'

Ahora estamos en la casita de Noja pegados al transistor. ¿Volveremos mañana a Euskadi? Me consuelo diciendo: De todos modos, se han acabado las clases.

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