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Los médicos colocan un marcapasos al vicepresidente Cheney

Las dolencias cardiacas del veterano político abren una polémica en EE UU

Después de la intervención, el interesado abandonó a pie el hospital y afirmó que se encontraba bien, aunque algo dolorido. Sus planes son reincorporarse mañana mismo a su trabajo. El eficaz, experimentado y conservador Cheney es la pieza más vital y vulnerable del equipo republicano que dirige George W. Bush.

Los medios de comunicación estadounidenses siguieron al minuto el ingreso, chequeo e intervención de Cheney en el George Washington University Hospital de la capital. Tras una hora y media de estancia del vicepresidente en el quirófano, Alan Wasserman, responsable del centro, informó que todo había ido "muy bien, exactamente como había sido planeado". A Cheney, de 60 años de edad, le fue implantado un marcapasos del tipo llamado ICD para controlar la regularidad de su ritmo cardiaco.

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Expertos en política y cardiología se alternaron, entretanto, en las pantallas de los noticieros televisivos. La salud del vicepresidente, que ya ha superado cuatro ataques al corazón, y su esperanza de vida fueron sometidas a un intenso escrutinio nacional. Cheney sufrió su primer infarto en 1978, cuando era un relativamente joven congresista en Washington, y desde entonces ha tenido diversas complicaciones cardiacas. En 1988 se sometió a una operación de cuádruple bypass y el pasado noviembre, en plena batalla de los recuentos de Florida, sufrió un nuevo infarto leve, que obligó a la instalación de una pequeña válvula de metal para abrir una arteria obstruida. En marzo tuvo que ser ingresado de nuevo en un centro hospitalario.

Pese a esos problemas, Cheney ha trabajado siempre de modo intenso en la política y los negocios. Ya vicepresidente, ha afirmado que si los doctores se lo sugirieren, "sería el primero en marcharme". Pero ninguna autoridad médica ha declarado todavía que sus complicaciones cardiacas le incapaciten para ejercer el segundo puesto en el Ejecutivo. En cambio, algunos políticos y comentaristas, incluso conservadores, han sugerido que su caso se está convirtiendo en un lastre para Bush.

Bush, que fue informado puntualmente del estado de su numero dos durante sus conversaciones en Camp David con el primer ministro japonés, Junichiro Koizumi, declaró ayer: "No creo que el vicepresidente tenga que desacelerar, creo que tiene que escuchar lo que dice su cuerpo, y eso es lo que está haciendo". El problema es que Cheney está muy lejos de ser una figura decorativa en el Gobierno republicano.

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Influencia real

Si del demócrata Al Gore se decía que, al lado Bill Clinton, era el vicepresidente con más influencia real en toda la historia estadounidense, Cheney le ha superado. Su papel en el Gabinete es el equivalente al de un primer ministro que coordina el trabajo de los departamentos gubernamentales y, en muchos casos, dicta sus líneas de actuación. Eso permite a Bush situarse por encima de la gestión diaria para encargarse de diseñar la estrategia general y centrarse en promocionar los cuatro o cinco grandes temas que le interesan más, entre ellos el ya conseguido recorte de impuestos, el discutido escudo antimisiles o su rechazo al tratado sobre reducción del cambio climático de Kioto, asunto éste que ocupó sus conversaciones de ayer con el primer ministro japonés.

El vicepresidente de EE UU, Richard Cheney, a su llegada al hospital.
El vicepresidente de EE UU, Richard Cheney, a su llegada al hospital.AP

Un cargo nombrado por el presidente

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