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Reportaje:

El sacerdote de la palabra

Un poeta de la etnia quiché, premiado por la Unesco, presenta en Málaga el libro que le ha editado la Diputación

Cuando nací / me pusieron dos lágrimas / en los ojos / para que pudiera ver / el tamaño del dolor de mi gente'. Unos pocos versos le alcanzan a Humberto Ak'abal para describir la postergación de los pueblos indígenas de América Latina. Es guatemalteco, pero este poeta nacido en Momostenango en 1952, prefiere presentarse como maya-quiché, la etnia más importante de su país. No hace falta que lo diga, lleva en su cara la marca de sus antepasados.

Ahora empieza a sobrevivir de la poesía, pero antes fue pastor, tejedor de mantas y obrero. La inspiración le viene de los cuentos que le narraban sus abuelas, dos indias que a base de relatos mantenían la cultura de su pueblo. Él dejó la tradición oral y se puso a escribir. En quiché, como sentía. Ahora tiene una decena de libros traducidos a distintos idiomas, entre otros el japonés y el sueco.

Sus poesías hablan de la lluvia, las piedras, los ríos, del amor, de la vida y de la muerte. 'Los occidentales hablan de la naturaleza, nosotros lo hacemos desde la naturaleza', aclara. Aunque a través de los versos pinta su aldea, no se olvida los temas universales: 'De vez en cuando / camino al revés: / es mi modo de recordar. / Si caminara sólo hacia adelante, / te podría contar / cómo es el olvido'.

Dice que escribe por necesidad, no porque sienta la responsabilidad de representar a su pueblo. Cuenta también que en su cultura un poeta es un guía espiritual, un sacerdote de la palabra.Consciente de la debilidad de su cultura frente al poder 'alienante' de la radio y la televisión, teme un declive de su etnia: 'Soy una gota en el mar, pero haré mi modesto aporte para que la agonía se prolongue'.

Ak'abal -palabra que en su lengua significa amanecer- ha recibido el quetzal de oro de la Asociación de Periodistas Guatemaltecos (1993), el premio internacional de poesía Blaise Cendrars de Suiza (1997) y el Canto de América que concede la Unesco (1998).

Con estos avales literarios no es de extrañar que el Centro de Ediciones de la Diputación de Málaga (Cedma) decidiera incluirlo dentro de la colección de poesía maRemoto, un espacio para creadores menos comerciales y de culturas poco conocidas en Occidente. Su trabajo se titula Cielo amarillo y es un compendio de los mejores versos escritos a lo largo de los últimos 10 años. Pero el Cedma no se limita a publicar los textos, sino que invita a cada poeta a narrar cómo es su mundo: el real y el creativo.

Por eso vino Ak'abal a Málaga. Así, por ejemplo, contó que de los 11 millones de guatemaltecos, el 60% son indígenas y de éstos, la mayoría son analfabetos: 'No es agradable dar esta estadística, pero refleja que los Gobiernos no nos han prestado la atención debida. Para mí fue muy difícil abrirme un hueco porque los grupos literarios no veían bien que se les colara un indio. Pero estoy orgulloso si esto le sirve a los que vengan detrás para no pasar lo que yo pasé'. De todos modos, se siente afortunado porque aunque se crió rodeado de pobreza, dice que siempre estuvo arropado por la riqueza de su herencia cultural.

Ahora va camino de Italia, donde junto a escritores de la talla de Günter Grass, firmará un documento contra el armamentismo y a favor del respeto a las culturas minoritarias. Él no se siente embajador de su etnia porque dice que es demasiado salvaje para que nadie le marque nada. Pero no puede evitar que él y sus poemas sean la voz quiché. Sobre todo cuando escribe y habla así del sol: 'Se pone pálido / al ver / que con su luz / es más clara / nuestra pobreza'.

El poeta guatemalteco Humberto Ak'abal.
El poeta guatemalteco Humberto Ak'abal.SERGIO CAMACHO

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