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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Después de Milosevic

Era inevitable que el definitivo mutis de Slobodan Milosevic, camino de la celda número 39 de la prisión holandesa de Scheveningen, supusiera el pistoletazo para el realineamiento de las fuerzas políticas de la Federación Yugoslava, limitada ahora a Serbia y Montenegro. Más de diez años de poder absoluto no se evaporan en un día, y la suerte final de Milosevic era hasta ayer el polo magnético en torno al cual giraba el heteróclito paisaje político aglutinado tras las elecciones del año pasado. Su súbita entrega a los jueces internacionales ha hecho saltar los desacuerdos internos entre coyunturales aliados y, con ellos, una crisis anunciada el mismo día en que Yugoslavia ha conseguido más de 1.200 millones de dólares de ayuda internacional para salir de su agonía.

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Las primeras escaramuzas se han producido con la dimisión del primer ministro federal, el montenegrino Zoran Zizic, cuyo partido, antiguo aliado de Milosevic, formaba parte de la coalición gobernante DOS y se oponía frontalmente a la entrega del déspota. La renuncia de Zizic acarrea la caída del Ejecutivo yugoslavo, que permanecerá en funciones hasta la designación por Vojislav Kostunica de un nuevo primer ministro o la convocatoria de elecciones federales. La política hace extraños compañeros de cama, y los reformistas serbios necesitaban, para tener mayoría en Montenegro, los votos de un grupo montaraz, para mayor ironía representante de la mitad proserbia del electorado de la minúscula república y cuyos ministros se dedicaban a torpedear los cambios. El colapso de la coalición a nivel federal puede aflojar más los ya tenues lazos entre Serbia y Montenegro, cuyo presidente, Milo Djukanovic, quiere el divorcio de Belgrado.

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De menor alcance es la decisión del minoritario partido del presidente Kostunica de dejar la alianza en el poder -DOS, integrada por 18 grupos-, a cuyo frente consiguió la victoria electoral en septiembre pasado. El jefe del Estado yugoslavo ni siquiera se enteró de que Milosevic había sido puesto el jueves en un helicóptero por el primer ministro serbio, Zoran Djindjic. Dada la confortable mayoría de DOS en el Parlamento serbio (176 de 250 escaños), la salida de 46 diputados no tendrá mayores consecuencias, si no es seguida por otros abandonos. Kostunica y Djindjic, los dos rostros del reformismo, han puesto así fin a la escenificación durante casi un año de una afinidad que en realidad es abierto desencuentro.

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