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LA OFENSIVA TERRORISTA

La onda expansiva de la bomba de ETA causó destrozos en un centenar de viviendas y comercios

'Hasta las puertas y paredes de mi casa han resultado afectadas', relató una vecina

El estruendo seco y rotundo de la explosión de la bomba de ETA escondida en una bicicleta de montaña atada a una farola sacudió a las 8,30 de la mañana al barrio de Prosperidad. Disparó las alarmas de las tiendas cercanas al portal número 134, destruyó la entrada de una sucursal del BBVA situada enfrente y destrozó los cristales de numerosas viviendas.

A los cinco minutos de la deflagración, un helicóptero de la Policía se situó sobre el lugar del atentado y sobrevoló la zona durante buena parte de la mañana. Los vecinos se asomaban a las ventanas desconcertados, amedrentados, sin saber exactamente qué pasaba. Algunos, incluso, atribuían erróneamente a la explosión la columna de humo originada por el incendio del Palacio de los Deportes, a varios kilómetros de distancia.

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Al principio, los viandantes proferían todo tipo de suposiciones y comentarios: 'Unos okupas han puesto una bomba en un banco', decía una señora que acababa de llegar del mercado. Otra le respondía: 'Yo paso por ahí todos los días, ¡Dios!'. Algunos ponían tierra de por medio. Otros, empujados por la curiosidad o el temor de que algún familiar hubiera sufrido daños, corrían hacia el lugar de la explosión.

'Diles que está vivo'

En la calle de López de Hoyos, los médicos atendían en la acera al general Justo Oreja, la Policía acordonaba la zona y los transeúntes y los vecinos intentaban salir del espanto. 'En cuanto oí la explosión supe qué pasaba, y pensé en el general', comentó un vecino que vive en el mismo portal que la víctima del atentado.

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'He bajado al momento, y le he visto ahí, tumbado. Estaba consciente, con la cara llena de sangre, sin hablar. Luego ha llegado una señora que dijo que era médico y ha pedido unas tijeras para ir cortándole la ropa y empezar a atenderle. Después ha llegado el hermano del general, que vive aquí al lado. Vio que no estaba muerto y me pidió: 'Dile a mi cuñada que Justo está vivo', seguía relatando el mismo vecino.

A la media hora del atentado, el general Justo Oreja fue trasladado al hospital, y la calle de López de Hoyos se llenó de coches oficiales, de patrullas policiales y de ambulancias. Los médicos del Samur atendieron a 14 personas con heridas leves. Uno de los heridos, de 17 años, paseaba arriba y abajo de la calle, con la camiseta manchada de sangre y la mirada extraviada hasta que un miembro del Samur le agarró por la espalda y le subió a una ambulancia. Otro herido, un anciano con el rostro lívido, sentado en silla de ruedas, era conducido por otro médico hasta una zona despejada de la calle. Un rato después, se presentó su hija, presa del pánico. Preguntaba a todos los médicos que se encontraba: '¿Mi padre? ¿Dónde está mi padre?'.

Vecinos indignados

Los vecinos estaban indignados. Un trabajador de una empresa de audífonos, situada en una calle paralela a López de Hoyos, relató a Europa Press cómo bajó a la calle al oír la explosión y encontró a una mujer 'entre un amasijo de hierros y medio desnuda'. También presenció cómo un conductor al que le había alcanzado la explosión mientras esperaba a que se pusiera en verde el semáforo próximo al lugar del atentado salía de su vehículo con cortes en la cara y absolutamente desconcertado. Todavía con el susto en el cuerpo, el citado trabajador bromeaba sobre la voluntad que pusieron él y sus compañeros en buscar a la única persona de la empresa que no se encontraba en el edificio: el jefe.

Otro de los vecinos del barrio se quejaba de que 'estos canallas quieren acabar con todos nosotros', al tiempo que varias personas que le acompañaban decían que es 'España la que se quiere independizar de ellos'. 'Si quieren la independencia, que se la den', explicaba una señora, vecina del barrio, quien relataba que al oír la explosión ya intuyó que era una bomba.

La onda expansiva del atentado destrozó varias viviendas cercanas, entre 60 o 70, según explicó el arquitecto jefe de la Unidad de Protección de Edificios del Ayuntamiento de Madrid, sobre todo las del número 134. Las viviendas de este bloque -en el portal hay una placa en la que se puede leer 'Justo Oreja. Abogado. 3º D'- y que dan a la calle, entre ellas la habitada por el general, presentaban rotura de cristales y persianas, si bien no se produjeron daños estructurales. Una vecina comentó que 'hasta las puertas y paredes' de su casa habían registrado daños.

Desde poco después del atentado, funcionarios del Ayuntamiento de Madrid repartieron entre los vecinos impresos de denuncia, para que reclamen por los daños producidos, mientras que otros revisaban el edificio y las viviendas para anotar los desperfectos más visibles. La onda expansiva, aunque no tuvo 'mucha potencia' según técnicos del Ayuntamiento, llegó a algunas calles cercanas a la del atentado.

Responsables de Interior se reúnen con los afectados

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