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Reportaje:

Adiós a los trenes multicolores

El 'museo ferroviario' del grafito aparcado en la estación de Durango acaba en el desguace

La historia de las unidades 3100 de Euskotren ha finalizado esta semana con el desguace, en las cocheras de Durango, de los 18 vagones construidos de 1957 a 1975 en los talleres de Lutxana. Pero el final de los coches que durante más de treinta años transportaron miles de pasajeros por las líneas de Bilbao a Durango y Bermeo supone también la desaparición de los centenares de graffiti que artistas anónimos grabaron en su exterior, mientras desafiaron la vigilancia nocturna de los guardas de la estación.

Los cientos de viajeros que cada día atraviesan Durango en tren han podido admirar desde hace varios meses estos vagones convertidos en un auténtico museo del arte del aerosol. De las 18 unidades pintadas seis eran vehículos automotores, aunque en su aspecto externo no se distinguen del resto de los vagones. Sólo tres se librarán del olvido: un coche ha sido vendido a un ayuntamiento de fuera de Euskadi y otros dos serán trasladados al Museo Vasco del Ferrocarril en representación de la vieja serie 3100, aunque para ello habrán sido cuidadosamente limpiados. El resto ha sido transformado en chatarra, una vez extraídos los materiales reciclables o inertes, como el cristal, la goma o el aceite.

Hace tres años, Euskotren retiró de circulación los trenes de la serie 3100, unas unidades sencillas y económicas con las que se quiso responder en los años cincuenta y sesenta al aumento del tráfico ferroviario en las cercanías de Bilbao. Los vagones, aparcados, en las vías de la estación de Durango se convirtieron en el lienzo perfecto para las tribus de dibujantes urbanos. Los grafitos comenzaron a invadir su superficie exterior, especialmente durante los fines de semana. Hasta ayer mismo las firmas y figuras trazadas con aerosol sorprendían a maquinistas y pasajeros.

Siempre que descubren una nueva pintada en los trenes en servicio, los trabajadores de los talleres de reparación de Durango se apresuran a borrarla, porque durante las doce primeras horas basta una mano de disolvente para eliminarla. 'Si se deja pasar más tiempo, hay que utilizar productos antipintura que dañan la base del tren. Entonces, limpiar un lateral puede costar entre medio millón y un millón de pesetas', asegura un encargado de la estación. Pero los operarios se despreocuparon de la limpieza de las unidades ferroviarias que se encontraban fuera de servicio y, semana tras semana, los grafitos fueron aflorando hasta recubrir casi por completo el exterior de los vagones. En el intento de completar su obra, varios fueron descubiertos por los vigilantes de seguridad, que les denunciaron ante la Ertzaintza y fueron detenidos. 'Mola la adrenalina cuando pintas y mola ver el graffiti una vez que lo has terminado. Sabes que si te cogen puedes ir al calabozo dos días o te puede caer una multa, pero en ese momento eso no importa', confiesa un grafitista de Basauri que dejó su impronta en el museo móvil de Durango y prefiere ocultar su identidad para evitarse problemas.

Un operario procede al desguace de uno de los últimos vagones de la estación de Durango.
Un operario procede al desguace de uno de los últimos vagones de la estación de Durango.LUIS ALBERTO GARCÍA
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