La política de infraestructuras de I+D
El autor repasa las líneas de actuación
El Grupo de Trabajo USA-Comisión Europea sobre Investigación Biotecnológica convocó, en el Museo de las Ciencias para los días 21 y 23 de junio una importante reunión sobre Nuevos instrumentos de investigación para una década dedicada a las ciencias de la vida.
Expertos en tecnologías biomédicas de la National Science Foundation y de la Comisión Europea se reunieron para identificar áreas de cooperación entre ambas administraciones para reforzar, optimizar o lanzar proyectos de infraestructura de investigación comunes. Es evidente que la óptica regional se suma a la perspectiva nacional y europea a la hora de determinar la posible sede de cualquier infraestructura científica.
No es casualidad que la Comisión Europea propusiera a la Comunidad Valenciana como anfitriona del evento, ya que es objetivo de la política científica y tecnológica de la Generalitat considerar el espacio europeo de investigación como el entorno apropiado de la misma. En proyectos de gran alcance, no caben aproximaciones regionalistas ni incluso nacionales, ya que el enfoque debe responder a una necesidad supranacional. Lo que no quiere decir que no se tenga que considerar la localización territorial de los proyectos de I+D como uno de los principales factores de desarrollo económico a largo plazo de una región.
La presencia de este grupo de expertos en la Comunidad Valenciana invita a realizar una reflexión sobre la política de infraestructuras científicas. ¿Quién, cuánto, cuándo, cómo y en qué debe invertir? A la pregunta de quién debe invertir en infraestructuras de I+D+I el Gobierno valenciano entiende que, en términos generales, el peso del sector público debe ser casi exclusivo en la primera I (investigación), parcialmente importante en las infraestructuras tecnológicas (D) y menos relevante en las infraestructuras dirigidas hacia la innovación (I).
Complementariamente, la presencia del sector privado en la inversión en infraestructuras de innovación debe ser mayoritariamente privada, importante en las infraestructuras tecnológicas y menos significativa en las infraestructuras de investigación. La innovación constituye un terreno muy próximo a la empresa que debe invertir sola o asociada en infraestructuras de cuyo rendimiento va a resultar directamente beneficiada.
A la cuestión de cuánto debe invertirse en infraestructuras de I+D+I la respuesta no es cualquier cantidad por grande que sea, argumentando que llevamos retraso. En primer lugar, además de la I+D+I, el Gobierno tiene otras necesidades y otros usos para los recursos disponibles. De ahí que sea el Plan de Desarrollo Regional (PDR) el que, desde una amplia óptica de desarrollo integral de la comunidad, determine la política de inversiones de la Generalitat y que los fondos europeos implicados, aparezcan asignados en el Programa Operativo de la Comunidad Valenciana (POCV). Afortunadamente para el entorno de la I+D+I, tanto el PDR como el POCV contemplan un volumen muy elevado de inversiones en infraestructuras de I+D+I, porque aparecen consideradas como factores fundamentales de crecimiento económico y desarrollo social.
En segundo lugar, no se debe olvidar que nunca se había invertido tanto en infraestructuras científicas y tecnológicas como se ha hecho en los últimos años. Algunos datos corroboran esta afirmación: entre el primer y segundo plan de inversiones de las universidades de la Comunidad se superan los 100.000 millones de pesetas, lo que significa un esfuerzo presupuestario muy importante y muy superior al de cualquier otra comunidad autónoma española. Pero todavía se ha invertido más. En convocatorias de ayudas a infraestructuras y equipamientos 4.595 millones complementarios, sin contar la financiación dirigida a proyectos de I+D.
¿Cuándo se debe invertir en infraestructuras científico-técnicas? En la mayoría de ocasiones es aconsejable construir la infraestructura una vez los grupos de investigación dispersos han consolidado sus líneas de trabajo y pueden beneficiarse de la reubicación en una nueva instalación equipada apropiadamente. En otros, la infraestructura precede a la constitución de grupos de investigación que se originan por razones de proximidad y relación con otros grupos instalados en aquélla.
También es preciso establecer un ritmo de inversión asimilable por la comunidad científico-técnica tanto en el aspecto más profesional como en el financiero.
El cómo invertir regionalmente en infraestructuras científicas tiene cada día una respuesta más integradora, es decir, más coordinada y cooperativa con las acciones desarrolladas por las otras dos autoridades en I+D que actúan en nuestro territorio como son el Gobierno de la nación y la Comisión Europea. En este sentido, esta última ha publicado recientemente documentos que proponen la sustitución de 15 políticas de I+D por una única política europea, junto con la propuesta de la definición del espacio europeo único para infraestructuras. En la misma línea integradora, el Gobierno valenciano ha aprobado la suscripción de un acuerdo marco con el Ministerio de Ciencia y Tecnología que permita el desarrollo de numerosos acuerdos, convenios y proyectos de colaboración.
El problema de decidir a nivel regional en qué infraestructuras científico-técnicas debe invertirse puede enfocarse buscando un equilibrio entre dos objetivos alternativos. Por un lado, apoyar mediante la construcción de infraestructuras y criterios de mérito y capacidad a los grupos de investigación consolidados, de reconocida excelencia, con tradición investigadora pero sobre todo con la máxima proyección futura.
Por otra parte, identificar los campos de la ciencia y las tecnologías que van a ser importantes en sí mismas o como instrumentos imprescindibles para participar activamente en el desarrollo de otros campos, e invertir en las infraestructuras correspondientes, siempre que se entienda que existe una cierta probabilidad de éxito. De esta forma se consigue no sólo potenciar las fortalezas del sistema sino también poner remedio anticipado a las carencias detectadas que tengan la suficiente importancia. Como no se dispone de recursos para realizar todas las inversiones a un mismo tiempo, es necesario concentrar las acciones para que lleguen a producir cierto impacto.
En definitiva, las inversiones en infraestructuras científicas constituyen decisiones complejas por tratarse de proyectos singulares (casi prototipos), con horizonte de muy largo plazo y riesgo elevado. Pero lo que sí se conoce bien es que dichas inversiones tienen un rendimiento social muy elevado y que fortalecen el sistema de ciencia y tecnología, uno de los principales pilares básicos sobre los que se asienta el progreso y la independencia de las naciones.
Javier Quesada es subsecretario de la Oficina de Ciencia y Tecnología de la Generalitat Valenciana.
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