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Post-Niza, diez tesis para el debate

El 'no' irlandés al Tratado de Niza ha animado la escena europea, provocando una saludable sacudida en el incipiente debate sobre el 2004, al suscitar algunas insoslayables cuestiones de fondo.

La primera es que cada vez resulta más difícil continuar con el ritmo de reformar los tratados cada cinco años, haciéndolos cada vez más complejos y abstrusos. En Irlanda, según las encuestas, el porcentaje de voto negativo aumentó en paralelo al de conocimiento del tratado por los ciudadanos. La segunda es que necesitamos dar motivaciones sugestivas y positivas a nuestro proyecto de destino común.

Se apunta también que el enfriamiento irlandés está relacionado con la salida de Irlanda de los países de la cohesión. Reducir nuestro proyecto de destino común a una discusión, cada vez más agria, sobre saldos netos es conducir la aventura europea al repliegue egoísta, al bloqueo o, lo que sería peor, a la disolución. En todo caso, son los irlandeses, con su Gobierno a la cabeza, los que tienen que reconsiderar su decisión.

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La mayor virtud del Tratado de Niza es, sin duda, el hecho de existir, lo cual hace posible la ampliación al asignar a los países candidatos escaños en el Parlamento Europeo, votos en el Consejo y su plaza de comisario, juez del Tribunal, consejero del Tribunal de Cuentas... Además, contiene la Declaración del Debate sobre el futuro de Europa -una nueva cita con agenda para el 2004 - con un reconocimiento explícito del agotamiento del método tradicional de negociación a puerta cerrada en las Conferencias Gubernamentales y la apertura de un proceso de debate, en el que deben hacerse propuestas, ocurrirse ideas e incluso puedan surgir ocurrencias. A los pragmáticos realistas partidarios del que inventen ellos conviene recordarles que la idea comunitaria no alcanzó al principio ni esa categoría.

Para contribuir al debate, me permitiré avanzar 10 tesis siguiendo el método tan apreciado por los alemanes en estos casos:

1. El debate sobre el futuro de Europa no se limita a la Unión Política y la Reforma de las Instituciones. Se inicia en el momento en que se está coronando la Unión Monetaria con el euro en los monederos y carteras de la gente, gestionado por un BCE, modelo de federalismo puro, y debe extenderse también al federalismo económico y fiscal para 'organizar de un modo coherente y solidario las relaciones entre los Estados miembros y sus pueblos'.

2. El primer objetivo de la Unión es 'promover el progreso económico y social, un alto nivel de empleo, conseguir un desarrollo equilibrado y sostenible, principalmente mediante la creación de un espacio sin fronteras interiores, el fortalecimiento de la cohesión económica y social, y el establecimiento de una Unión Económica y Monetaria con una moneda única' (artículo 1).

3. La política de cohesión debe incorporar como criterio general las demás políticas, reforzando su sinergia y complementariedad, promoviendo 'un desarrollo armonioso y en particular tendiendo a reducir la diferencia entre los niveles de desarrollo de las distintas regiones y el retraso de las regiones o islas más desfavorecidas, incluidas las zonas rurales' (artículo 158).

4. Un principio fundamental de la democracia representativa es la contribución de los ciudadanos al levantamiento de las cargas de acuerdo con su capacidad económica.

'El Presupuesto comunitario se financia íntegramente con cargo a los recursos propios'. La frase figura en el tratado; ahora se trata de convertirla en realidad. Al comienzo, había contribuciones nacionales, hoy abolidas. Sin embargo, no se ha dado el paso coherente con el reconocimiento de la ciudadanía, que es establecer un impuesto. Ahora todos pagamos, pero no sabemos ni cuánto ni cómo. Una de las consecuencias es que tras la duplicación por dos veces (1988 y 1993) de los Fondos Estructurales, ha vuelto al debate político un concepto superado -gracias, sobre todo, a la argumentación de la derecha alemana-. Recuérdese al ex presidente del Tribunal de Cuentas Friedmann, o al ministro de Hacienda Waigel con sus cuadros en televisión. El problema es que se ha creado un estado de opinión muy extendido en los países llamados contribuyentes netos, que considera que no sólo se paga más de lo que reciben, sino que se paga toda la cuenta a los países llamados de la cohesión sin recibir prácticamente nada a cambio.

Se trata de un planteamiento de efectos demoledores, porque responde a una de las características de la condición humana, el egoísmo, y es comprensible sin necesidad de grandes explicaciones técnicas. Alegar frente al mismo que hay países por encima de la media con saldo positivo durante años, o que las balanzas comerciales más que compensan la ayuda, no contrarresta el efecto. Tampoco causa escándalo que el 20% de los agricultores se lleven el 80% de las ayudas, sin duda porque son personas jurídicas, incluso fundaciones, y hablar de latifundistas o terratenientes suena a alcanfor.

Hay que relacionar, por tanto, financiación y ciudadanos. Una buena vía consistiría en desempolvar el cuarto recurso del Tratado de Maastricht -el PNB per cápita, que daría una aportación proporcional equilibrada-. Caben fórmulas que lo relacionen con el impuesto sobre la renta, especialmente en las rentas de capital (un elemento básico del mercado único). El presidente Prodi, que ya aplicó con éxito un impuesto europeo en Italia para entrar en el euro, ha sugerido la idea. Ahora puede concretarla, cumpliendo con su deber de monopolio de iniciativa.

5. 'El Presupuesto comunitario se destina en un 45% a la categoría 1, Política Agrícola Común (PAC), cuyo objeto es 'garantizar un nivel de vida equitativo a la población agrícola' mediante el 'incremento de la productividad', estabilizar los mercados, seguridad en los abastecimientos y asegurar al consumidor el suministro a precios razonables; categorías 2 'Acciones estructurales', que suponen el 30%'.

La entrada en la Unión Monetaria requiere una reconsideración del Presupuesto que debe reflejar los nuevos compromisos y prioridades, además de los resultados del debate sobre las competencias. Así, la PAC tiene que tener en cuenta al consumidor y no sólo al productivismo, además de jugar un papel redistribuidor, con escalas regresivas y topes máximos por explotación, tendiendo hacia una política multifuncional de equilibrio territorial y medioambiental.

6. La política estructural y territorial requiere una actualización y puesta al día. Aquí también la Comisión debe concretar las propuestas del Informe Barnier sobre la Cohesión, con criterios adaptados a los tiempos. El caso de España es un buen ejemplo, ya que es un caso reconocido de buena utilización en general de los fondos en infraestructuras, lo que ha cambiado la situación. La cuestión no es tanto mantener el flujo de fondos con órdagos a destiempo como actualizar introduciendo los llamados elementos de Lisboa, es decir, la formación de capital humano, el empleo de calidad, las nuevas tecnologías, el I+D, la natalidad empresarial, además del medio ambiente y el transporte como componentes del desarrollo sostenible.

7. La creación de un Fondo de Equilibrio y Compensación, comparable a los existentes en Alemania o en España, debe ser objeto de seria consideración como elemento de solidaridad, y también de manejo anticíclico y no procíclico, como ocurre ahora. El BCE no puede seguir sólo cuidando del euro. Tenemos que ser capaces de poner los instrumentos a la altura de nuestras ambiciones.

8. Las políticas de cohesión son fundamentales para asegurar el éxito de la ampliación si se desea romper el telón de acero invisible de la pobreza y la marginación e integrar países como iguales, no sólo como mercados a explotar. Aconsejo a los críticos de estas políticas que escuchen con atención los planteamientos del presidente Fox al presidente Bush sobre la necesidad de aplicar una política de fondos estructurales al TLC, o en una latitud muy distante, el interés chino en la experiencia europea, para acondicionar un llamado 'socialismo de mercado' generador de desequilibrios regionales y sociales.

9. Hay que proceder a una revisión de las perspectivas financieras para el 2006 en el momento de la ampliación. En todo caso, hay que reorganizar la agenda europea: debate hasta el 2004, agenda hasta el 2006, ratificaciones, elecciones nacionales y europeas. Es cierto que el proceso europeo es una carrera de obstáculos, lo que no debe ser es un caos confuso y reiterativo.

10. Last but not least, hay que ordenar el debate sobre el futuro de Europa para que sea no sólo abierto y participativo, sino también fructífero.

En este caso, no hay que inventar la rueda. Basta con aprovechar la experiencia positiva de la Convención que en el 2000 elaboró la Carta de Derechos Fundamentales. Tras un debate previo en todos nuestros países, hay que convocar una representación de parlamentarios europeos y nacionales, representantes de los Gobiernos y de la Comisión, para que juntos se pongan a trabajar, con luz y taquígrafos, es decir, en términos actuales, con Internet, para preparar el futuro de Europa con un texto claro y comprensible y con opciones que permitan a los ciudadanos comprender su relación con este proyecto, en términos políticos, económicos y monetarios, y a nuestros líderes celebrar una Conferencia Intergubernamental corta y decisoria a finales del 2003. Ése es el mejor método para luchar contra el euroescepticismo y la apatía en una Europa en la que la paz y la prosperidad son la norma y no la excepción.

Enrique Barón Crespo es presidente del Grupo Socialista del Parlamento Europeo.

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