De la fiel limpieza y la guardia
Para quien se acuesta de madrugada, por tener que trabajar o estudiar, levantarse temprano no resulta fácil. Y a mí me sucedió una mañana de viernes. Tras el grito de '¡portera, portera! ¿Dónde vive el presidente?', dos personas ascendieron a mi casa. Abrí la puerta y, ante mí, un hombre uniformado y una mujer guardia.
Soñoliento, intenté comprender qué sucedía. De la mili no se trataba porque ya la cumplí. El hombre con su color de traje me parecía funcionario de cementerio. Y la mujer con su placa venía a dar fe de un hecho luctuoso. Mis dudas enseguida se disiparon. Los funcionarios, al ver unos saquitos de arena junto a un árbol, tomaron la palabra. 'Dígame el nombre de la empresa. Si en 24 horas no se retiran se los llevan. Además se multará a la comunidad si no se hace'.
Vivir de multas y amenazas, aparte de recordar viejos tiempos, nos demuestra una desacertada gestión municipal con síntomas de decadencia humana. Los métodos de convivencia y respeto a los demás han de ser democráticos.
En la citada zona, al lado de los contenedores de vidrio y papel, se acumulan durante días restos orgánicos e inorgánicos. Algo que no es ajeno en otras calles de mi apuesto barrio de Salamanca. Como tampoco cuando bajan los perros, tan de moda, de los brazos para defecar, y atan a los niños para que no se escapen. Resbalarse con los excrementos caninos no es noticia. O que los esputos salten a las piernas no es novedad. Sentir chasquidos en los pies de cristales rotos es natural.
Igual se ven rodajas de embutidos, barras de pan, preservativos, jeringuillas y la lectura gratuita de cómo resucitan los muertos en Galicia, porque las hojas de periódicos no quedan quietas. ¿Y los humos cuando están en su clímax? Se asemejan a cónclaves interminables. Y las inmaculadas sábanas blancas al intentar secarse cobran un inequívoco color africano.
Los insumisos vecinos madrileños suelen preguntarse: '¿Dónde está el concejal de la pulcritud y su brigada de limpieza?' No sabe, no contesta, comentaba una joven en pruebas de estadística a tiempo parcial. En la calle de Alcalá, en el 143, un suntuoso andamiaje deja media acera intransitable y con alambrada, y con banco de madera múltiples secretos. Y es que los bancos de madera descubren cómo después de levantarse les dicen que gastan un 44 de trasero. Es la huella de sentarse en gallinero.
De la fiel limpieza y la guardia se preguntan: '¿Dónde habita la municipalidad impoluta?' El Ayuntamiento, con el amor integral del alcalde, nos desenamora, dicen los infieles ciudadanos, con el uso y hasta abuso de la mayoría.
El eslogan 'Madrid, limpio y verde' es un deseo que puede conectar con los espíritus benignos y malignos. Observando reacciones ciudadanas, podemos aprender que la pureza es esperanza. O que somos sucios e inmaduros. ¿Es una paradoja lingüística o política? Los servidores municipales me despertaron dándome una hoja con normas de obras. En el recibí escribieron: 'Se niega a firmar'. No eran obras las que se realizaban, sino un ligero arreglo doméstico muy interior.
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