Colorín, colorado
Colorín, colorado, el mito de Bilbao se ha acabado. En realidad, ese mito se acabó hace mucho tiempo. Ya sólo en este mes de junio, tanto el festival taurino como la corrida del Centenario no atrajeron público apenas. Los toros en Bilbao no interesan. Y si encima la junta administrativa se empeña en no cuidar que vengan a esta plaza ganaderías con toros que no sean inválidos, entonces el fraude está conseguido. Y el mito cae por tierra. En la novillada de ayer no hubo siquiera acomodadores. El presidente sólo cambió a uno de los novillos, cuando debieron cambiarse los seis. Ya está bien de que se nos llene la boca con la palabra de Bilbao como una plaza de toros de mucha enjundia. Eso es una falacia.
Con esos novillos de tan poca fuerza, el espada de Madrid Julio Saavedra cortó una oreja a su segundo ejemplar. Toreó por derechazos, dándolos de dos en dos, y así en tres ocasiones. Trazó tres buenos naturales. Volvió a torear con la derecha con buenos muletazos. Se adornó con aceptables trincherazos. En su primer novillo no pudo hacer nada porque el animal no pasaba.
El baracaldés Raúl Cano, en su primero estuvo en todo momento sin mandar, sin ligar. Además, el novillo le tropezó la muleta demasiadas veces. En su segundo novillo sólo anotamos un natural bueno, y el resto todo lo hizo con poco fundamento. Además, le vimos sin sitio en buena parte de su actuación.
En el tercer novillero recae un dato personal curioso por lo menos. Su nombre real es Iker Javier Markuartu Lara. Precisamente es primo carnal del lehendakari Juan José Ibarretxe Markuartu. El muchacho, por lo que sea, ha preferido tomar su segundo nombre y su segundo apellido, así que se anuncia en los carteles como Javier Lara. O sea, que el primo del lehendakari Ibarretxe cortó una oreja al último de la tarde porque en la faena instrumentó derechazos bastante potables, algunos muy buenos, otros sin ligar (los más), y tuvo la virtud de volver a torear con la izquierda sabiendo que en el primer envite por ese pitón el novillo se acostaba. Acabó rematando con dos buenos derechazos y algunos adornos, entre ellos dos molinetes. En su primer novillo no pudo hacer nada porque el toro no pasaba. Trató de poner voluntad, pero sin más.
Babelia
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