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Reportaje:

15 meses más intensos que productivos

La crisis del equipo rectoral pone los focos sobre la gestión académica de Manu Montero al frente de la UPV

Naiara Galarraga Gortázar

Los miembros del equipo rectoral de Manuel Montero creían que la única diferencia entre la reunión de esta semana y las que han celebrado en los 15 últimos meses era el cambio de día; suelen ser los martes. Pero el martes pasado hubo una Junta de Gobierno en la que lque tomaron posesión los elegidos en el último claustro y la reunión del equipo fue trasladada al miércoles. Nada hacía presagiar la tormenta que luego se desató.

Empezó a las 10.30. Los vicerrectores se quedaron atónitos cuando el rector les pidió a todos que pusieran los cargos a su disposición porque se avecinaba una reestructuración. Montero les comunicó que los iría llamando a su despacho uno por uno, para pedirles que siguieran o para agradecerles los servicios prestados. El desenlace es conocido: cuatro vicerrectores, destituidos; otro, el más cercano al rector, que dimitió por los modos y la magnitud de los cambios.

Los 15 meses que lleva Montero frente al Rectorado han estado marcados por cuestiones extra-académicas. El balance en lo académico es más bien escaso. Ésa es, oficialmente, la razón de los relevos. Montero quiere dar un fuerte impulso a asuntos como el Plan Estratégico, que debe definir cómo será la UPV a largo plazo.

El mandato ha sido por ahora más intenso que productivo. A los diez días de prometer el cargo, Montero se estrenó con una operación de limpieza en el Departamento de Estomatología al conocer las irregularidades descubiertas en dos auditorías que heredó de su predecesor, Pello Salaburu. El verano tocaba a su fin cuando la UPV llevó al entonces decano de Medicina, Javier Goiriena, y a la directora del departamento, Monserrat Barranquero, ante los tribunales, que aún no han dicho la última palabra.

El nuevo curso llegó con el previsto, aunque no por eso menos sonado, traslado de dos profesores, Mikel Azurmendi y José María Portillo, al otro lado del Atlántico para eludir las amenazas de ETA y de su entorno. Montero declaró entonces: 'Un solo caso de acoso a un profesor ya es terrible y gravísimo'. Pero precisó insistentemente: 'Esa imagen de que ha habido una fuga de profesores y un acoso generalizado es falsa'. Lo que ni él ni nadie esperaba era que ETA colocaría una bomba casi tres meses después en una facultad para matar a una profesora. No llegó a explotar pero removió las entrañas de la universidad al revelar de manera brutal que la UPV está entre los múltiples objetivos de la organización terrorista. El mes pasado falló otra bomba, dirigida a un guarda jurado del campus de Leioa. La amenaza de ETA ha obligado a Montero a centrar buena parte de sus esfuerzos en buscar la solidaridad de la comunidad universitaria y reclamar a las instituciones vascas que garanticen la seguridad en los campus.

Y ahora ha llegado el momento de la reestructuración de su equipo. Una medida habitual en cualquier institución 'democrática', insiste el rector, pero que ha alterado los delicados equilibrios sobre los que llegó al cargo y ha puesto los focos sobre su gestión.

Aunque Montero aún no ha llegado al ecuador de su mandato, el balance es más bien escaso en lo académico, según la opinión de buena parte de la comunidad universitaria. La negociación definitiva del plan universitario con el Gobierno vasco, que supone 6.000 millones de pesetas en cuatro años si la UPV cumple los objetivos que se impuso, la materialización de los complementos salariales individuales para un tercio del profesorado y varias nuevas titulaciones son los máximos logros. El Plan Estratégico, en cambio, no ha pasado de la fase del borrador.

Aún quedan varios vicerrectorados sin titular, el perfil del nuevo equipo posiblemente explique cuál es el trasfondo del terremoto de esta semana. El encargo de Montero es que preparen a la UPV para los retos del futuro.

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Sobre la firma

Naiara Galarraga Gortázar
Es corresponsal de EL PAÍS en Brasil. Antes fue subjefa de la sección de Internacional, corresponsal de Migraciones, y enviada especial. Trabajó en las redacciones de Madrid, Bilbao y México. En un intervalo de su carrera en el diario, fue corresponsal en Jerusalén para Cuatro/CNN+. Es licenciada y máster en Periodismo (EL PAÍS/UAM).

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