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Rusia y EE UU intentan superar hoy sus disputas en Eslovenia

Las dos horas que George Bush y Vladímir Putin tienen previsto reunirse hoy en un castillo de los alrededores de Liubliana se antojan raquíticas para resolver los conflictos que enfrentan a las dos superpotencias nucleares, y en especial el planteado por la intención norteamericana de desplegar un escudo antimisiles (NMD en sus siglas inglesas). El tiempo pasará volando. Por eso, ambas partes adelantan que no habrá avances espectaculares ni firma de compromisos concretos. Bush señaló ayer desde Varsovia que piensa elevar al presidente ruso 'la preocupación norteamericana por la proliferación del tráfico de armas a lo largo de la frontera sur de Rusia'.

El diario The Washington Post publicó ayer una información sobre las sospechas de EE UU de que Irán obtuvo material para fabricar armas nucleares a través de un comerciante de metales ruso a principios de año. 'Se lo plantearé al presidente ruso en el contexto de por qué es importante para Rusia pensar diferente sobre la NMD', dijo Bush.

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El éxito o el fracaso de la cumbre se medirá más bien por el hecho de que se establezca o no una 'buena química' entre los dos presidentes, tan opuestos como el día y la noche. Bush ha corregido la actitud de su gente en los primeros meses de su mandato, cuando trataba a Rusia 'como lo que es, y no como lo que pretende ser', en expresión de un diplomático occidental. Se calificó entonces al antiguo adversario de la guerra fría de 'activo proliferador' nuclear al que no se consideraba un enemigo, pero 'tampoco un socio'.

El tono ha cambiado en Washington. Ahora se busca 'una relación constructiva y realista' con Rusia y vías para el entendimiento en todas las áreas, empezando por las más conflictivas: la miniguerra de las galaxias y la expansión de la OTAN al este de Europa.

Tratados antimisiles

En cuanto al polémico escudo, que centra la atención de la cumbre, Rusia intenta evitar la confrontación, 'comprende' que EE UU perciba una amenaza potencial, ofrece sistemas alternativos que no violen el tratado antimisiles balísticos (ABM), confía en fracasos tecnológicos que retrasen el despliegue, está a la espera de ver la actitud de un Senado que ya no dominan los republicanos de Bush, busca aliados en China y la UE, y permite que cuaje la sospecha de que, en el fondo, lo que se discute es el precio de la aceptación final. También, como afirma Serguéi Prijodko, vicejefe de la Administración Presidencial, quiere evitar que EE UU rompa la baraja unilateralmente. Oficialmente, Rusia insiste en que el tratado ABM ha permitido un equilibrio.

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