Peluqueros
El barbero ha sido en la historia todo un personaje, ya que en la barbería se ejercía la cirugía menor, poner sanguijuelas, sacar muelas, practicar la flebotomía, poner inyecciones, etcétera. Una Real Orden a finales del siglo XVIII, propiciada por los cirujanos valencianos, impidió que estas prácticas se realizaran por los maestros barberos.
A partir de ahí, el barbero malvivió y su prestigio fue menoscabado, convirtiéndose esta actividad en una de las más degradantes y menospreciadas por todos.
Afortunadamente, a finales de los años cincuenta dos hombres, mi padre, Antonio Melado Cansado, y José Berro González, constituyeron un gremio, su junta directiva, y con ella asumieron la responsabilidad de coger el timón luchando contra mentalidades mezquinas, hasta implantar unas tarifas dignas.
A partir de ahí se celebraron campeonatos nacionales e internacionales, seminarios, conferencias con los más eminentes dermatólogos, así como proyecciones sobre autotrasplantes y postizos.
Pues bien, después de este florecimiento y dignificación de la peluquería, vuelven nuevamente mentalidades como las de antes, olvidando las tarifas y tirando los precios por tierra, abocando con ello a una desgraciada situación de primitivismo que nos puede llevar a la más desoladora anarquía, todo ello propiciado por unos dirigentes desgraciadamente inexistentes, que van a lo suyo.
He seguido con toda dignidad el ejemplo que en su día me marcó mi padre, y mis hijos, afortunadamente, siguen defendiendo con la misma dignidad las pautas aleccionadoras que les enseñó su abuelo.
Lo que a partir de ahora pueda suceder está únicamente en las manos de los profesionales conscientes, que estén dispuestos nuevamente a luchar para que nuestra profesión no siga en este declive meteórico precipitándose hacia el abismo.
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