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OPINIÓN
Columna
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El 'ligre' o la impureza

A la feria del Corpus de Granada ha llegado, en medio de una expectación creciente, el ligre. El ligre, según reza en los carteles publicitarios, es una mezcla de león y tigre, un descuido afortunado del domador que seguramente confió, una noche de pereza, en que el tigre y la leona preferirían la ortodoxia de la unión entre iguales a un velada de amor entre especies heterogéneas.

El bienpensante cuidador de los felinos dejó el portillo de la jaula abierto pero, en contra de la norma natural, la leona se apareó con el tigre, o la tigresa con el león, que no está claro, y de tal ayuntamiento nació un animal digno de figurar en un manual de zoología fantástica que en los carteles que han pegado por la ciudad, para prevenir el escándalo bíblico que causa la fornicación entre contrarios, parece, más que un degenerado, un animal de dibujos animados, con unos ojos de furia que el dibujante ha apaciguado con una melena de monigote.

El escritor Justo Navarro ha citado citado en este mismo espacio otros portentos de la feria del Corpus: las Hermanas Mínimas, que nos descubrieron la gigantesca estatura de la degradación, o la Sansona del Siglo XX que muchos años después, descoyuntada, echaba la cartas y hablaba con los santos. El circo es muchas veces un compendio de enseñanzas. Piensen, por ejemplo, en el payaso que llora amargamente por un surtidor de lágrimas que nace de la flor de su solapa o en la mujer más hermosa que arriesga su belleza en el trapecio. Pero una vez agotadas las especialidades clásicas, llega el ligre, una metáfora feroz del mestizaje con final feliz. Pero hay quien abomina de tales enredos y predica la pureza, e incluso la defiende con una contundencia pudibunda.

Los dos conceptos principales que fundamentan la moral cotidiana son el mestizaje y la contaminación. Para unos, la apertura de las fronteras a los inmigrantes traería las consecuencias funestas de una infección: malestar, fiebre, alucinaciones, dolores y, en fin, la muerte. Otros, en cambio, sostienen que de esa mezcla entre complementarios surgiría algo parecido al ligre: un hombre nuevo resultado del mestizaje entre cuerpos, culturas y costumbres que, al contrario del animal de los carteles, sería tan profuso que no nececesitaría viajar en un circo. Pero la posturas respecto a la bondad de la mezclas no están tan limitadas. Las propias administraciones, para prevenir los enfrentamientos, predican las ventajas del mestizaje y organizan conciertos donde ejemplifican sus teorías mezclando ritmos opuestos. Pero más que el mestizaje, el valor sustancial de la convivencia es la tolerancia.

En otros ámbitos, el económico, por ejemplo, también se plantean hipótesis semejantes. Las cajas de ahorro, sin ir más lejos, disputan por motivos diferentes: unas, como la de Granada, defienden su soledad en un mercado de dentelladas y navajazos; otras abogan por una política matrimonial de intereses, semejante a la ideada por los Reyes Católicos, y, en fin, la consejera de Economía, Magdalena Álvarez, prefiere la conjunción completa: el ligre andaluz de ahorros y monte de piedad.

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