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Columna
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Albufera

Considerando a fondo los detalles del crimen ocurrido el jueves en El Palmar, donde un hombre mató a su amigo de la Cofradía de Pescadores sin motivo aparente de un tiro en la cabeza, mientras conversaban sobre la caza del coll-verd, y luego parece que le perdonó la vida al hermano tras encañonarlo con la escopeta por la misma difusa razón, no se sabe si fue Blasco Ibáñez quien se inspiraba en El Palmar o si es El Palmar el que bebe en los casos de sangre que ensalzó Blasco Ibáñez en sus libros. De vez en cuando, entre la literatura y la realidad se producen este tipo de correspondencias, que la literatura suele devolver a la realidad rebozadas de solemnidad para que ésta establezca a su vez un circuito de retroalimentación sin fin. De cualquier modo, en casi todas las novelas regionales de Blasco Ibáñez la escopeta tiene rango de protagonista, hecho que dispa cualquier duda sobre su pertenencia al movimiento estético del realismo. Nunca fue un objeto decorativo colgado tras la puerta de la barraca, ni tan sólo un instrumento resolutivo para dar salida a una situación narrativa atascada. La escopeta en Blasco fue más importante que la comparsa de Nelets y Neletes que desfiló por sus epopeyas anfibias sin otro destino que culminar en hueco ergonómico del gatillo. Del mismo modo que no existiría Dumas sin la espada ni John Ford sin el revólver Colt, la sintaxis de Blasco transcurre mayoritariamente por el interior de dos cañones con estrías. Debajo de la placidez de la Albufera, de sus paseos en barca con escuadras de garcetas en la vertical y de sus merenderos chapados con un sol de azafrán, fluye el líquido negro que engrasa las escopetas. Mientras los gerifaltes de la calle Cavallers llenan burbujas con soplos de I+D, con brillos de fuselaje de Boeing y descargas eléctricas de la sociedad de la información, detrás de muchas puertas de El Palmar y de otros pueblos de la ribera del lago hay colgada una escopeta con la licencia caducada esperando a que una afable sobremesa de paella de pato culmine en un homenaje a Blasco Ibáñez.

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