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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

ETA sigue existiendo

ETA es lo que es, un grupo terrorista, y se retrata cuando mata y también cuando habla. De la larguísima entrevista publicada ayer en su órgano oficioso se trasluce decepción por los resultados electorales y desconcierto sobre qué sentido dar a los crímenes que se propone seguir cometiendo, una vez fracasada la vía de Lizarra. La decepción es proporcional a las desmesuradas expectativas que al parecer llegó a albergar ETA cuando se vio, antes de las municipales de 1999, liderando la vía rápida hacia la independencia. Quienes le hicieron concebir tales esperanzas asumieron una pesada responsabilidad. Los resultados, reconoce ahora ETA, le han hecho 'perder la llave' de las instituciones autonómicas, que pensaba utilizar para acelerar la transición hacia la independencia, por lo que considera necesario reflexionar sobre 'qué falló en el momento en que las condiciones para la victoria estaban a mano'.

La respuesta que ETA se niega a ver es que lo que impide realizar su objetivo es el carácter plural de la sociedad vasca, en la que no todos son nacionalistas y no todos los nacionalistas son independentistas; y que el PNV y EA no podían ignorar esa realidad y aceptar el planteamiento impositivo de ETA de convocatoria unilateral de elecciones constituyentes en una circunscripción llamada Euskal Herria. No podían, salvo renuncia a su condición de partidos democráticos.

Si ETA no existiera, seguramente nadie pensaría ahora en crearla, pero, como existe, sus dirigentes ocupan mucho tiempo en justificar la necesidad de una organización especializada en el asesinato político. Es asombrosa la lista de nuevos enemigos que va incorporando en cada nueva entrevista. Ahora hay reproches para el sindicato ELA, para el movimiento Elkarri y hasta para el mundo del euskera, a los que culpa indirectamente de la fuga de votos hacia el PNV-EA. El tono general sigue siendo de emplazamiento al nacionalismo, aunque parece dar por perdida la batalla por asociarles a su proyecto. No aclara qué sentido atribuye a la lucha armada una vez clausurada la estrategia de provocar la negociación con el Gobierno y ahora también la de imponer sus objetivos por vía de hecho desde la política de frente nacionalista. Pero lo que sí queda claro es que se proponen seguir matando. Ya pensarán para qué.

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