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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Funcionarios

En relación con el artículo La irresistible atracción del funcionario, del 27 de mayo de 2001, sería necesario hacer algunas puntualizaciones:

1. La precariedad en el empleo en la Administración supera ya el 20% de los puestos de trabajo, la mayoría para titulados superiores, sin contar los 'esclavos becarios'. Es una forma de asegurarse el sillón de forma vitalicia y no tener competencia.

2. Si el perfil académico de los opositores es cada vez más alto, redunda en la calidad del trabajo que se realiza y la atención recibida, y no al contrario. ¿O es que se está diciendo que por tener una titulación superior se ejecuta peor el trabajo encomendado? No olvidemos por quiénes estaban ocupados antes estos puestos, resultantes del nepotismo y el amiguismo más descarado. Obviamente, un empleado público con criterio jamás será aquel 'ordenanza modélico', agradecido hasta la saciedad por los favores recibidos, que preparaba sendos cafés y realizaba las correspondientes reverencias.

3. Resulta evidente quiénes ocupan los cargos más elevados de la Administración pública. Hágase un repaso a los currículos familiares de origen, y juzguemos con criterio para seguir hablando en muchos casos de cotos cerrados.

4. La simplificación explicativa de los males de la Administración por exceso de titulación en puestos de nivel inferior, resulta exagerada. Realmente, desde los sindicatos tenemos que seguir levantando nuestra voz contra el 'dedo gestor', que concede arbitrariamente las productividades, 'asigna' trabajos de categoría superior a niveles de puestos inferiores (en muchos casos sin titulación) o se aprovecha descaradamente de titulados superiores subempleados.

5. Con estas premisas, ¿para qué hablar de promoción profesional en la Administración pública? Es mucho más interesante tener un empleado público 'sometido' a las veleidades de la 'gracia gestora', que no un empleado público con criterio, preparado y vacunado contra las genuflexiones.

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