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OPINIÓN DEL LECTOR
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

¡Perplejidad!

Con profunda desazón e indignación contemplaba la noche del 26 de mayo pasado la masa humana de 300.000 personas que, alrededor de la diosa Cibeles, se aglomeraba para dar culto al nuevo becerro de oro. Mientras cada día mueren de hambre 50.000 personas y más de 825 millones quedan amenazadas por la malnutrición, esa noche buena parte de la sociedad española salía a las calles, plazas y avenidas para celebrar la nueva 'entronización' del dinero, el poder y la gloria.

Mi crítica no va dirigida contra los que yerran (por ignorancia, euforia...), sino contra el desorden en el que vivimos. Debemos, si queremos, 'ser personas', tomar postura contra ese tipo de actos que no hacen sino confundir a las masas. ¿No sería más lógico que, con 4.500 millones de seres humanos pasando algún tipo de penalidad grave (hambre,paro, esclavitud...), 300.000 personas nos plantásemos todos los días del año en Cibeles para exigirnos un mundo más justo y humano? Los 1.500 millones de seres inhumanos que formamos el contingente del Primer Mundo, ¿no deberíamos tomar partido en nuestras propias vidas y, organizados, salir a las calles varios millones de nosotros para proponernos con todas las fuerzas solucionar los problemas más importantes de la humanidad?

Toda persona con un mínimo de raciocinio siempre emprende la solución de los problemas en función de su importancia: los más acuciantes serán los primeros y tendrán toda la dedicación y esfuerzo hasta ser solucionados, y los secundarios esperarán hasta más tarde; así pues, si en el mundo en el que vivimos existen problemas no resueltos de primer orden para la mayoría de nuestros hermanos, ¿por qué no emplear toda nuestra salud, esfuerzo, tiempo, dinero... en resolverlos? Nuestras tendencias a poseer, ser el primero, divertirnos... son poderosísimas y dirigen nuestra existencia por caminos de destrucción. Tampoco sin una cohesión externa avanzaremos ni un milímetro, pues el hombre solo no puede nada, pero unido a otros hombres origina una fuerza transformadora, firme y humanizadora.

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