Discriminación positiva
En Europa, los salarios femeninos siguen siendo un 26% inferiores a los de los hombres y el paro es entre las mujeres 10 puntos superior. Al mismo tiempo, subsisten obstáculos directos e indirectos para el acceso de las mujeres a los centros de poder. Éste es el marco en el que el Parlamento Europeo aprobó el pasado jueves un texto legislativo que consagra la discriminación positiva para mejorar la situación de la mujer en el mundo laboral.
La cumbre de la UE de Lisboa, en marzo de 2000, aprobó un plan para elevar la tasa femenina de actividad del 51% actual hasta el 60% en 2010, lo que supondría la incorporación al mundo laboral de casi 10 millones de europeas. Si se consiguiera, todavía existiría un desfase respecto a los hombres, cuya tasa de ocupación es hoy del 70%. De ahí las iniciativas de discriminación positiva ('acciones positivas', según la Eurocámara), tendentes a forzar un cambio que termine con una desigualdad histórica que ni siquiera los países nórdicos han sido todavía capaces de superar.
La discriminación positiva, que el Parlamento Europeo plantea como una medida temporal hasta que se alcance la igualdad, choca con problemas legales cuando un tercero se siente discriminado. Ése fue el caso del jardinero alemán Eckard Kalanke, que perdió en primera instancia en Bremen un ascenso al obtener la misma calificación que una colega femenina, pero obtuvo luego protección del Tribunal de Luxemburgo. Para prosperar, la ley francesa de paridad necesitó una reforma constitucional.
La Unión Europea introdujo en 1999 el concepto de discriminación positiva en el Tratado de Amsterdam, en una iniciativa que, al igual que la reforma francesa, fue un hito histórico. La nueva directiva comunitaria, en realidad una reforma de la directiva de 1976, es el impulso definitivo de un principio discutido que, sin embargo, se ha ido imponiendo como instrumento válido para corregir una desigualdad básica previa.
La Unión Europea, que siempre ha sido un motor en política de igualdad, ha marcado de nuevo el camino. Algunos países miembros de la Unión deberían tomar nota y pasar de las palabras a los hechos. Especialmente España, que exhibe, en este terreno, las estadísticas más desfavorables: sólo 38 de cada 100 mujeres en edad activa tienen trabajo, y la tasa de paro femenina duplica a la masculina.
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