Los liberal demócratas aspiran a liderar la oposición
Sereno, ácido en sus comentarios y con más aspecto de votante ordinario que de político curtido, Charles Kennedy, líder de los liberal demócratas británicos, afronta los cuatro últimos días de la campaña electoral con la esperanza de arrebatarle a los conservadores suficientes votos 'tácticos' como para convertirse en la nueva oposición, siquiera moral, a un Partido Laborista del que se presume que repita la victoria de 1997. Un deseo éste verbalizado cada vez con más fuerza por los miembros del tercer partido político del Reino Unido, que han visto crecerse a su jefe, sucesor del casi mítico Paddy Ashdown, a base de algo tan poco frecuente en la alta política como la franqueza.
Dos sencillas frases han marcado la campaña electoral de los liberal demócratas desde sus inicios. La primera es cortante de tan sincera y reza así: 'Nada es gratis'. El propio Kennedy la repite sin cesar cuando recuerda a los votantes que las subidas de impuestos son inevitables para mejorar los servicios públicos. Una realidad que ni laboristas ni conservadores se atreven a afrontar en sus programas, donde prometen dejar prácticamente intactos los bolsillos del contribuyente. El segundo lema de los lib-dem pretende reflejar más bien el talante de su jefe y podría resumirse en algo así como 'basa tu campaña en decir la verdad sobre tus planes en lugar de contar mentiras acerca de tus adversarios, y el votante lo agradecerá'. Dos máximas elementales que han convertido a Charles Kennedy en el político más respetado de la presente campaña electoral británica. Un título agradecido que él querría ver convertido ahora en votos.
Europeísmo 'sensato'
Si bien los liberal demócratas han admitido siempre que no pueden hacerle sombra al laborismo, también esperan que su 'sensata' inclinación hacia Europa -euro incluido- y su intención de discutir desde lo que costará de verdad mejorar la educación y la sanidad públicas a la posible relajación del uso del hachís, le valgan unos cuantos sufragios arrebatados a los conservadores. Es el denominado 'voto táctico', nada nuevo en política electoral, pero que Kennedy y los suyos han empezado a nombrar sin vergüenza en este tramo final de la campaña.
Para ellos, cualquier resultado que aumente los 46 escaños conseguidos en 1997, una marca histórica, supondría un triunfo redondo. Si buena parte de las papeletas llega de manos de votantes descontentos con la 'actitud negativa y lejana' de los conservadores, en palabras del equipo liberal demócrata, mejor que mejor. Ello les daría la fuerza necesaria para enfrentarse de una vez a Tony Blair como un auténtico partido de la oposición libre de riñas internas.
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