Rock denso, pero menos
Radiohead congrega a 8.000 personas en el inicio de su gira europea
Igual que se ha propagado últimamente en la Red el rumor acerca de un falso virus informático ubicado en el archivo Sulfnbk.exe, días antes del concierto de Radiohead en la plaza de toros de Bilbao se corrió la voz de que no quedaban entradas para contemplar el inicio de su gira europea, la noche del pasado sábado.
Sin embargo, finalmente fueron alrededor de 8.000 personas las que casi agotan, sin lograrlo, el aforo dispuesto en Vista Alegre para disfrutar de una velada que comenzó a animar un dee jay alemán para el público más madrugador. Entre esos pioneros se incluyen algunas personas que hicieron guardia en la puerta del recinto desde primeras horas de la mañana para conseguir una plaza de pie pegada a la valla delantera, donde fue más fácil contemplar las convulsiones de Yorke con la guitarra (eléctrica y acústica) o pandereta en mano, o cómo se enfadó cuando todo no salió como él había previsto durante el desarrollo de Everything in its right place.
La canción que abría el disco, Kid A, cerró la primera parte de un concierto que atrajo la atención de conocidos espectadores, como el cantante Mikel Erentxun (Duncan Dhu), y que en su primera hora y media ofreció pasajes hipnóticos, densas ambientaciones, desarrollos más dados a la sugerencia que a lo explícito y algún intervalo rockero en contraste con ejecuciones parsimoniosas y ventanas abiertas al mundo de introspección del líder del conjunto. No surprises, xilófono incluido, llenó los minutos más diáfanos y bellos de una actuación que permitió a su autor extraer, en ocasiones sin aspavientos, todos los demonios de su atormentado universo, y brindó la oportunidad de ver al quinteto de Oxford exprimiendo los sonidos de un transistor.
Ésa fue una de sus herramientas a la hora de trasladar mínimamente al escenario el trasfondo experimental de unas últimas entregas en las que ha asimilado las posibilidades de la electrónica. Unos recursos que, pese a su fama de vanguardista, el grupo no explota cuando se encuentra cara a cara con su público. En tal tesitura se conforma con apoyarse en filtros y alguna base pregrabada para demostrar que, como aseguran sus miembros, no han perdido su fe en el rock.
Luego llegaron dos tandas de bises, con las que se completó una colección de 22 canciones (siete de ellas rescatadas de su exitoso O.K. computer) que dejó a la mayoría de los presentes con ganas de escuchar Creep, el tema con el que el nombre de Radiohead comenzó a hacerse conocido hace ya ocho años. Pero lo cierto es que el estreno discográfico que lo contenía, Pablo honey, pareció proscrito, ya que sus responsables no retomaron ninguna de sus canciones, lo cual ratifica su intención de tomar una nueva dirección y marcar distancias con su producción inicial. En lo escénico quisieron reducirlas con sus seguidores situados más lejos, quienes pudieron seguir con detalle sus evoluciones a través de cuatro pantallas.
Después de dos horas de música en vivo y de que Yorke se permitiera el alarde de tocar la guitarra con los dientes (durante Climbing up the walls), las luces de la plaza se encendieron y comenzó el lento peregrinar hacia el exterior entre abundantes caras de satisfacción y otras que denotaban que la propuesta musical de Radiohead no es manjar de fácil digestión. Pese al buen hacer de los músicos, la noche reservó también momentos cansinos para los no iniciados, que se fueron con la idea de que la suya es música para bajones y con reflexiones del tipo 'demasiado atmosféricos, ¿no?'.
Aunque no sería justo ocultar que la mayoría acabó satisfecha y que a buen seguro suscribiría la frase 'O.K., Radiohead'.
Babelia
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