Las colonias de la discordia
La presencia de 200.000 pobladores judíos en territorio palestino se ha convertido en el principal obstáculo para la negociación
Cerca de 200.000 fanáticos religiosos, el 8% de la población israelí, se encuentran atrincherados en 175 asentamientos, situados en los territorios autónomos palestinos. Parapetados en las sagradas escrituras y protegidos por el ejército, mantienen secuestrada la paz, mientras anuncian a la comunidad internacional que nadie les moverá. Los embates de la política han empezado, sin embargo, a zarandear sus creencias y amenazan con desalojarlos de sus casas.
Yakir ha sido el último asentamiento. Un grupo de judíos ultraortodoxos acaba de levantar este enclave en el corazón de la Cisjordania. El lugar es inhóspito, a medio camino entre los pueblos de Kafar Hares y Dir Istia, cerca de un torrente seco, en el centro de un olivar, sobre un inmenso pedregal. La comunidad la componen ocho familias, aunque queda reducida a dos varones en cuanto llega la noche y el resto de los habitantes de este nuevo baluarte busca un refugio seguro en un asentamiento cercano, donde prefieren pernoctar.
En torno al 40% de quienes viven en los asentamientos lo hace por razones económicas
'Estamos aquí desde hace tres semanas', confiesan los colonos, mientras tratan de dar un tono de normalidad a su presencia en el lugar y esconder la gravedad de un acto, que ha provocado ya la indignación de las autoridades palestinas, de las organizaciones de defensa de los derechos humanos y ha llegado incluso a los despachos de las cancillerías y a los salones de las Naciones Unidas. En los tres últimos meses, desde que llegó al poder el general Ariel Sharon, otras 14 colonias, tan espontáneas como la de Yakir, han sido construidas en los territorios autónomos, bloqueando la paz y violando las leyes internacionales.
La fe, que protege a este grupo de colonos radicales de la nueva implantación de Yakir, podría resquebrajarse si escucharan con atención las palabras de Yoel Bin Nun, uno de los dirigentes moderados de su organización, quien propugna revisar la situación de los asentamientos y llegar a una especie de consenso nacional sobre qué enclaves, dice, 'podemos defender y pueden permanecer abiertos y cuáles debemos cerrar'.
El discurso tolerante de Yoel Bin Nun ha crispado a la derecha radical del movimiento colono, como pasó cinco años atrás, cuando recibió todo tipo de insultos y amenazas por haber criticado directamente a los rabinos de los asentamientos, quienes habían incitado con sus lamentos a asesinar al primer ministro Isaac Rabin. Yoel se vio obligado a protegerse: se tuvo que mudar de la colonia de Ofrah en la que vivía a la de Alon Shvut, donde se encuentra ahora. Sus opiniones han reabierto las viejas heridas y su vida ha sido amenazada de nuevo. Este colono vive permanentemente metido en su chaleco antibalas.
Los colonos radicales de Yakir prefieren como alternativa escuchar las arengas del rabino Eliezer Melamed, el jefe religioso del asentamiento cercano de Brajah, quien hace pocas semanas exhortó a los pioneros que están viviendo en enclaves peligros a 'prepararse a morir, para defender con sus vidas la tierra'.
El prestigio religioso del rabino Melamed le ha permitido establecer un principio incontestado hasta el momento: 'Está prohibido evacuar los asentamientos; incluso en caso de emergencia o como parte de un acuerdo político'.
Los seguidores del rabino Kahane -el padre asesinado por un árabe en Nueva York y el hijo muerto en una carretera en Cisjordania a finales del año pasado- son aún mucho más radicales y belicosos. Han pasado a la ofensiva. En una reciente octavilla, distribuida por todos los asentamientos, propugnan la formación de una milicia, capaz de desencadenar una intifada judía para acabar con los palestinos. Su único lema: 'Muerte a los árabes'.
El debate político-religioso que agita desde hace meses las filas del movimiento colono no es más que el reflejo de la polémica surgida en las esferas gubernamentales de Israel, donde en los últimos meses se han empezado a diseñar planes de evacuación, concentración o simplemente cierre de las colonias, en un intento de llegar a un acuerdo de paz con los palestinos. La situación no es nueva.
En la historia de Israel se han cerrado y evacuado en otras ocasiones asentamientos judíos, a pesar del inmenso griterío de los desplazados; los del Sinaí en 1982, los del Alto del Golán en 1973, aunque de manera provisional durante la guerra del Yom Kippur, o mucho más recientemente el enclave de la Tumba de Joseph, en las cercanías de Nablús.
El parlamentario Mossi Raz, del partido laico Meretz, antiguo dirigente del movimiento pacifista Paz Ahora, es uno de los políticos que abanderan la propuesta de 'congelación de las colonias a cambio de alto el fuego'. Mossi asegura que una vez que se hayan acabado los tiroteos y se serene el campo dialéctico, la gente 'se dará cuenta de que el establecimiento de los asentamientos ha sido uno de los grandes errores históricos del sionismo, al complicar inmensamente la posibilidad de un acuerdo de paz con los palestinos'.
El diputado Raz, uno de los estudiosos más serios del movimiento colono, opina que un acuerdo de paz con los palestinos obligará a Israel a evacuar al menos la mitad de los enclaves de Cisjordania y la práctica totalidad de los de Gaza, bastante más de lo que ofreció el primer ministro Ehud Barak al presidente palestino, Yasir Arafat, en la Cumbre de Camp David, el pasado mes de julio.
Raz baraja muchos más criterios que los simplemente religiosos. En su opinión el 30% y hasta el 40% de la población que vive en las colonias lo hace por razones económicas: el precio de las viviendas es tres veces inferior que en las grandes ciudades, y la calidad de vida infinitamente más ventajosa. A esta franja del movimiento colono, una oferta económica generosa y la posibilidad de una nueva vivienda podría hacerlos cambiar de actitud, como sucedió hace dos décadas en el Sinaí y salir de su enrocamiento: 'Pero nadie les ha ofrecido aún nada'.
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