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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

No son franquistas

A quién se le ocurre. Cómo es posible que todavía exista gente capaz de decir que algunos políticos del PP son franquistas, o lo habrían sido si la edad les hubiese alcanzado, o muestran hacia el funeralísimo y sus ideas un respeto equivalente al desdén que parecen sentir por sus víctimas. Lo repito: a quién se le ocurre, cómo puede haber personas tan aficionadas al infundio, a la calumnia. Es verdad que algunas declaraciones, ciertas actitudes y algunos hechos parecen indicar lo contrario, pero ¿acaso no escribió el mismísimo William Faulkner que 'los hechos no guardan relación con la verdad'? Sin duda, el mundo está lleno de manipuladores, de resentidos, de oportunistas. Mujeres y hombres turbios, gente de mal perder.

Ayer mismo, por ejemplo, supimos que un concejal del distrito de Salamanca se ha opuesto a que un colegio público de Madrid deje de llevar el nombre del siniestro general Mola, uno de los líderes del golpe de Estado de 1936 junto a Franco y Sanjurjo, para llamarse Colegio Público Príncipe de Vergara. 'No existen argumentos que justifiquen la necesidad del cambio', sentenció en su veredicto escrito el concejal. Uno puede pensar que si no existen motivos para cambiar las cosas será porque, en la mente de algunos, nada ha cambiado. Uno también puede pensar que estos disparates sólo se hacen en España, que sería difícil encontrar en Alemania un Colegio Público Goebbels, o una Avenida Himmler, o una placa en honor de Göring, mientras que en nuestro país aún están por todas partes los nombres de José Antonio Primo de Rivera, los yugos y flechas de la Falange, las calles con nombre de militar sedicioso, las águilas imperiales contrarias a la Constitución y otra serie de símbolos negros del pasado. Pero también serían ganas de incordiar y de buscarle tres pies al gato. El colegio del barrio de Salamanca seguirá llevando el nombre del General Mola por costumbre, para no crear confusión y por razones exclusivamente históricas, como viene a decir en su carta el concejal no franquista del PP.

Ya digo que hay gente siempre dispuesta a buscarle tres pies al gato, a ver oscuras razones y coincidencias alarmantes en el hecho, también reciente, de que el PP de Cataluña se oponga a que se le añada al Estadio Olímpico de Montjüic el nombre de Lluís Companys, el presidente de la Generalitat ajusticiado por los vencedores al final de la contienda. O que el PP de Cantabria se niegue a quitar de la ciudad los nombres de calles y numerosos símbolos franquistas que quedan en ella. O que algunos dirigentes autonómicos del PP apoyen con fervor la beatificación de los mártires nacionales en la Guerra Civil española, sin acordarse para nada ni tener una sola frase para los mártires rojos. Qué extraño, te pones a hablar de esas cosas y te salen esas palabras: nacionales, rojos. Qué extraño, los sitios a los que te llevan las simples coincidencias, los sucesos irrelevantes, los hechos aislados.

Pero ya digo que algunos tienen ganas de amedrentar a la opinión pública, de sacar del armario viejos fantasmas. Por ejemplo, más de uno se ha indignado con la sentencia condenatoria a tres hombres que pintaron de rojo la estatua de Franco en Nuevos Ministerios. Nada de acto simbólico ni protesta política, han dicho: se trata de una simple gamberrada, de un atentado contra un monumento, un delito que debe ser castigado. ¿Qué tiene que ver que sea una estatua de un dictador, de un golpista? Eso no hace que deje de ser una obra de arte, como el Valle de los Caídos o como el Arco del Triunfo. La pregunta, sin embargo, no es ésa. La pregunta es: ¿por qué nos insultan a tantos españoles manteniendo ese tipo de símbolos y nombres en nuestras ciudades?

La gran mayoría de los políticos del PP no son franquistas ni tienen nada que ver con el viscoso Caudillo, de eso estoy seguro, como también lo estoy de su carácter democrático. Una cosa es ser conservadores y otra, muy diferente, defender las pistolas, en lugar de las ideas. Y por eso, porque estoy seguro de eso, es por lo que me gustaría preguntarles por qué no libran a su partido, de una vez por todas, de esos gestos incomprensibles y de esa gente que parece guardar oscuras servidumbres con un pasado oscuro.

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