El deshielo sepulta Siberia
El este ruso sufre las peores inundaciones en los últimos 100 años
La meteorología se ha vuelto loca este año en Rusia. Un invierno extraño -aterradoras heladas en Siberia, temperaturas inusualmente altas en Moscú y nevadas a destiempo como no se recordaban en medio siglo- ha dado paso a una primavera marcada por dramáticos deshielos que están provocando en Yakutia las peores inundaciones de los últimos 100 años.
Tras forzar la evacuación de la ciudad de Lensk, de más de 30.000 habitantes, las aguas del Lena (de donde Lenin tomó su nombre de guerra), frenadas por grandes bloques de hielo, subían ayer a razón de cinco centímetros por hora hasta llegar a las 10 de la noche de ayer (ocho horas menos en la España peninsular), en la capital, Yakutsk, al nivel crítico de 764 centímetros.
La ciudad se disponía a vivir su noche más larga, aunque las autoridades aseguraban que la situación estaba bajo control, gracias al levantamiento de un dique de ocho kilómetros de longitud y tres metros de alto. Dos barriadas se inundaron el sábado, pero eran consideradas de alto riesgo por hallarse en una zona baja que sufre frecuentes inundaciones. Por si acaso, hay preparado un complejo dispositivo para evacuar a la población, se acumulan suministros esenciales y se pide ayuda a toda Rusia y a la Cruz Roja Internacional para suplir la escasez de ropa, alimentos, medicinas y tiendas de campaña.
Los hombres y las máquinas hacen lo que pueden, pero sus esfuerzos no parecen bastar para detener la furia del Lena, de más de 4.000 kilómetros de longitud y que parte en dos Yakutia, un desolado territorio siberiano rico en diamantes, seis veces más grande que España y poblado apenas por un millón de habitantes. Una geografía física y humana que está limitando el número de víctimas de las inundaciones, tan sólo dos hasta ahora, pese a que el territorio inundado es de casi 1,5 millones de kilómetros cuadrados, incluyendo a 15 localidades.
Durante varios días (la última vez ayer por la mañana), en el marco de una operación coordinada por el Ministerio de Situaciones de Emergencia, se han bombardeado los atascos de bloques de hielo que dificultan el libre flujo de las aguas. Para ello se han utilizado los mismos aviones Su-24 y bombas de 250 kilos con los que la aviación rusa ha machacado Chechenia.
Pero ni eso, ni la utilización de un rompehielos, ha impedido que los témpanos se desborden e incluso se deslicen por las calles de lo que, hace apenas unos días, todavía era una ciudad llamada Lensk. Las autoridades descartan ya que sea reconstruida y dudan entre dos opciones: borrarla completamente del mapa (distribuyendo a sus habitantes en otras localidades) o levantarla de nueva planta en una zona a salvo de la furia del Lena.
En toda la región, el agua ha arrasado estos días 5.000 viviendas, 400 kilómetros de líneas eléctricas, 500 de telefónicas, más de 2.000 de carreteras, y numerosos puentes, escuelas y hospitales. Las pérdidas en la agricultura y la ganadería son enormes y costará años superarlas.
La maldición del agua se deja también notar en otras regiones de Siberia y el Extremo Oriente. Donde se hace más alarmante es en Altai. Allí, la crecida del río Katún comienza a inundar varias localidades, la mayor de las cuales, Maima, tiene 13.000 habitantes.
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