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Reportaje:

'Primero asesinaron a mi padre'

La escritora camboyana Loung Ung relata el horror de los jemeres rojos

Yolanda Monge

A la temprana edad de cinco años, Loung Ung fue testigo directo de uno de los experimentos genocidas más atroces del siglo pasado. Pol Pot, el Hermano Número Uno, como era denominado por los suyos, el hombre que compite con Hitler y Stalin en el título del mayor asesino del siglo XX por su crueldad y por el alcance del genocidio contra el pueblo camboyano entre 1975 y 1979, fue durante mucho tiempo el sujeto de su ira. 'Alimentaba mi rabia con imágenes sangrientas del cuerpo de Pol Pot, ejecutado y arrastrado por el polvo', explica Ung, asociando ese nombre con la crueldad y los tristemente famosos gritos del silencio.

La muerte de su padre a manos de los jemeres rojos cambió su mundo. 'Cambió toda mi vida. Mi padre lo era todo para mí. Cuando se lo llevaron, fue el final de mi infancia', relata ahora Ung con serenidad a sus 31 años. Pero no siempre tuvo esa serenidad. Hace algunos años, ya viviendo como refugiada en Estados Unidos, sus recuerdos la hicieron contemplar el suicidio como forma de librarse de sus pesadillas. Lo sorteó escribiendo una poderosa crónica que es su historia y la historia de millones de camboyanos. 'Si usted hubiera vivido en Camboya en aquella época, ésta sería también su historia', asegura Ung en Se lo llevaron, recuerdos de una niña de Camboya (editado en España por Maeva), el libro que le salvó del odio y de sus fantasmas y que estos días presenta en Madrid.

'Alimentaba mi rabia con imágenes sangrientas de Pol Pot ejecutado y arrastrado por el polvo'

'Veo un grupo numeroso de personas arrodilladas alrededor de un hoyo grande. En el hoyo ya hay mucha gente muerta, cadáveres desmadejados unos sobre otros. La ropa negra de mi padre tipo pijama está empapada de sangre, de orina y de heces. Los soldados están de pie tras el nuevo grupo de prisioneros, fumándose despreocupadamente un cigarrillo con una mano mientras empuñan en la otra un martillo grande que tiene mechones de pelo pegados a la cabeza'. Éste es el relato que Loung se ha construido de la muerte de su padre. 'Había oído contar muchas cosas de cómo mataban los soldados a los prisioneros. De cómo les torturaban, les cortaban la cabeza o les abrían el cráneo con hachas para no derrochar sus valiosas municiones'.

A sus cinco años, Loung Ung no podía dejar de pensar en si su padre murió o no con dignidad. 'Un soldado empuja a papá por los hombros, obligándole a arrodillarse como los demás. Me manan las lágrimas de los ojos mientras doy gracias a los dioses con un susurro porque el soldado ha vendado los ojos a papá. Se ha librado de tener que presenciar la ejecución de otros muchos', escribe Loung en el libro. 'No soporto pensar que a mi padre le faltó el aire en aquel hoyo, tendido encima de los demás. Quiero creer que el soldado tuvo compasión y gastó con él una de sus balas'.

'Después de haberse ocultado de los soldados durante 20 meses, acabaron por encontrarlo. Mi padre siempre supo que no podría ocultarse eternamente'. Loung huyó junto a sus padres y sus seis hermanos de Phnom Penh en abril de 1975, cuando Pol Pot establece el Estado de Kampuchea Democrática y se pone manos a la obra en su misión: la destrucción física de la cultura camboyana y de sus representantes mediante el establecimiento de una sociedad agraria basada en los criterios más extremos del maoísmo. Durante cuatro años, cientos de miles de personas son deportadas de las ciudades al campo para ser reeducadas. Como lo fue la familia de Ung. Su padre, un alto funcionario del Gobierno de Lon Nol, representaba todo lo que el régimen de los jemeres rojos quería hacer desaparecer.

Por eso fue ejecutado su padre. Como lo fue su madre. Como lo fue indirectamente Keav, hermana de Loung, que murió de hambre. Y así, tantos otros, hasta despoblar Camboya de la cuarta parte de su población: dos millones de habitantes.

Hablar del genocidio de Camboya le brinda a Loung la oportunidad de redimirse. Dice haber podido hacer algo por lo que merece la pena estar viva. 'Cuanto más se lo cuento a la gente, menos me persiguen las pesadillas. Cuanto más me escucha la gente, menos odio tengo'.

La escritora Loung Ung, ayer, en Madrid, donde se encuentra para presentar su libro.
La escritora Loung Ung, ayer, en Madrid, donde se encuentra para presentar su libro.RICARDO GUTIÉRREZ

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Sobre la firma

Yolanda Monge
Desde 1998, ha contado para EL PAÍS, desde la redacción de Internacional en Madrid o sobre el terreno como enviada especial, algunos de los acontecimientos que fueron primera plana en el mundo, ya fuera la guerra de los Balcanes o la invasión norteamericana de Irak, entre otros. En la actualidad, es corresponsal en Washington.

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