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Tribuna:ELECCIONES EN EL PAÍS VASCO
Tribuna
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Ser o no ser 'lehendakari'

Faltan pocas horas para que los ciudadanos depositen en las urnas, con su voto, un trozo del futuro del País Vasco, el que aportan individualmente desde ese supremo ejercicio colectivo de libertad que son unas elecciones.

Y en estas pocas horas, que deberían ser decisivas, la atención ya no se centra -¿sé centró alguna vez en los programas políticos de cada uno? ¿Pudo tan siquiera centrarse en los aspectos sociales, económicos, los que subyacen en un punto más abajo de la vida misma?- en quién puede gobernar Euskadi, sino cuáles serían los apoyos precisos. A puerta abierta, la principal incógnita son los votos en la sesión de investidura, y lo es para todos y, especialmente, para el propio lehendakari saliente, el señor Ibarretxe, quien pierde la voz -y por ahí probablemente la razón- en desmentir la posibilidad de un apoyo que desde su propio partido, a media voz, afirman justamente lo contrario. Nada nuevo, por otra parte.

En este marco, el lehendakari saliente lanza a los ciudadanos vascos un acertijo difícil de descifrar: 'Ni directa ni indirectamente me apoyaré en Euskal Herritarrok para gobernar'. Es un acertijo porque, premeditadamente, Ibarretxe quiere obtener los votos de los ciudadanos que reniegan de la violencia y que nada quieren saber de EH, y porque también desea conquistar el voto de unos parlamentarios que, no condenando la violencia, la justifican.

No puede, como Arzalluz, decir que votos son votos, aunque sean de EH, porque espantaría a gentes nacionalistas que están hartos de ETA y sus colaboradores políticos. Y no puede ser claro porque la claridad y la responsabilidad democrática le llevaría a no contar, de verdad, con esos escaños.

Sabe Ibarretxe que si se presenta al proceso de investidura, recibirá los votos de PNV-EA. Y, tal vez, los de EH, aunque él no los pida, ni negocie su apoyo, e incluso hasta si les mira mal o se le escapa el discurso a límites de mayor agresividad. El riesgo de recibir los votos de EH es cierto y serio. Qué mejor para EH y para ETA que tener un lehendakari en minoría, sin más apoyos para gobernar el día a día que la piedad puntual de EH, con un Gobierno del Estado receloso y nada colaborador, un PNV cada vez más alejado de los partidos democráticos, especialmente de los socialistas, con una sociedad dual hasta la división total entre unos y otros, y, finalmente, con unas instituciones desestabilizadas y, por ende, inutilizadas dado su origen.

El voto favorable de EH a Ibarretxe se puede dar con seguridad, tanto por la máxima batasuna de 'cuanto peor mejor' como por los jugosos dividendos políticos que para la estrategia del mundo violento se producirían. Un apoyo no pedido y aparentemente repudiado, un apoyo para nada a cambio de mucho.

Esa cercanía-lejanía con que vivimos los navarros la campaña electoral en Euskadi, forzosamente revive la experiencia del PSN-PSOE en la configuración del Parlamento y Gobierno de Navarra tras las últimas elecciones, en junio de 1999. En el Legislativo navarro, el partido del Gobierno (UPN-PP) tiene 22 escaños de un total de 50. El PSN-PSOE posibilitó, con su abstención, la investidura del candidato de UPN-PP, que obtuvo sus 22 votos, renunciando a tratar de aglutinar los 28 restantes. Ciertamente, el PSN-PSOE ni lo intentó. No tanto por la dificultad de conseguir los votos de IU-EB, EA-PNV y CDN, que ya fueron socios de gobierno del PSOE navarro y, probablemente, podrían volver a configurar otro alternativo y progresista, sino porque hacían falta los ocho votos de EH. No lo intentamos porque no queríamos pedir su apoyo a quienes no condenan la violencia.

Y con esa renuncia a la posible candidatura a la Presidencia del Gobierno de Navarra evitábamos el riesgo de que, aún no pidiendo dichos votos, nos los pudiéramos encontrar, posibilidad cercana pese a las pocas simpatías de EH de entonces y ahora. Hubiese sido inaceptable, personalmente y para mi partido, ser presidente con el voto, entre otros, de José Luis Barrios, asesino de un concejal sevillano y su esposa.

Lo que hubiera sido un acto de aparente normalidad democrática, como concurrir como candidato en el proceso de investidura, se hubiese convertido en una ocasión idílica para torcer y condicionar la plenitud democrática. Hubiera sido, además, un apoyo por nada a cambio de mucho. Y, con seguridad, la mejor forma de entrar en el camino de la desestabilización de las instituciones, como ha ocurrido en Euskadi pero no en Navarra.

Parece claro, y no estoy seguro de que todos compartamos esta afirmación, que la dignidad personal y política, al igual que los intereses generales de los ciudadanos, deben estar por encima de las razones partidistas. Desde este punto de vista, en el que creo firmemente, lo mejor para todos, y también para el candidato Ibarretxe, sería no presentarse a la investidura si corre, como parece, el riesgo de salir elegido con los votos de EH, quiera él o no, quieran otros -en el PNV- que sí. En su mano está elegir una de las dos opciones que se le plantean: dejar vía libre a otros candidatos y apostar por Euskadi desde el Parlamento, o situar sus intereses por delante de los de su país; trabajar mano a mano o no, en definitiva, con los demócratas. Él decide, pero saber sabe que no podrá ser lehendakari a cualquier precio. Porque ni los ciudadanos vascos, ni él mismo, se lo merecen. Y por que, con seguridad, ni conocemos ni conoce el precio final a pagar.

Juan José Lizarbe Baztán es secretario general del Partido Socialista de Navarra (PSN-PSOE)

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