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Berlusconi, un magnate a la caza de su mayor empresa

El hombre más rico de Italia y líder de la derecha, se prepara para conquistar mañana el Gobierno

'Lo arreglo yo'; 'lo garantizo yo'; 'lo compro yo', son frases que sintetizan el síndrome de omnipotencia que sufre, quizás justificadamente, Silvio Berlusconi. Dueño, con casi total seguridad, de la mayor fortuna de Italia y de la decimoquinta del mundo, según el semanario Forbes, Berlusconi se mueve desde hace años en avión privado, rodeado de guardaespaldas, secretarias, asistentes, consejeros, asesores, consultores, y no da un paso sin su cocinero privado.

Todo empezó muy pronto para el líder de la derecha que se prepara ahora a ponerse al timón del Gobierno italiano. Nacido en Milán el 29 de septiembre de 1936, hijo de una dama de gran energía, la signora Rosetta, y de Luigi Berlusconi, un empleado de banca que llegó a convertirse en director de la entidad, Silvio Berlusconi, el mayor de tres hermanos, se licenció en Derecho con una tesis sobre la publicidad y se lanzó a hacer negocios apenas cumplidos los 23 años.

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Antes, el joven Silvio vivió una etapa bohemia a su manera cantando en los cruceros con el acompañamiento pianístico de Fedele Confalonieri, actual presidente de su imperio televisivo, Mediaset, para saltar luego al mundo de los negocios. Primero en el ámbito de la construcción, creando ciudades-dormitorio como Milán 2 y Milán 3. En 1974, Berlusconi da un salto cualitativo en sus actividades empresariales y compra una emisora de televisión local, Telemilano Cavo, que marca el despegue en un proceso que le llevaría 10 años después a la creación de Mediaset, el grupo más importante de televisión privada italiano.

Detestado por buena parte de la prensa nacional e internacional, 'demonizado' por la sinistra, sería erróneo, sin embargo, no reconocer que Berlusconi y su imagen triunfal de hombre hecho a sí mismo gusta a muchísimos italianos. Casado en segundas nupcias con una ex actriz de teatro, Veronica Lario, de belleza explosiva, 17 años más joven que él, es padre de cinco hijos, dos del primer matrimonio (colocados al timón de su imperio) y tres del segundo. El imperio de Silvio Berlusconi creció a la sombra del fallecido primer ministro socialista Bettino Craxi y se desarrolló imperturbable a lo largo de los años turbulentos del escándalo Tangentopoli. Con la caída en desgracia de Craxi y la desaparición de los partidos tradicionales saltó a la arena política en parte para defender ese imperio. En enero de 1994 bautizó su nuevo partido político, Forza Italia, y gracias a una alianza a la que se adhirieron el partido Alianza Nacional, posfascista, y la secesionista Liga Norte, conquistó por sorpresa el Gobierno de la nación en las elecciones de marzo de ese año. Fue una experiencia desastrosa y breve, porque apenas duró siete meses en el poder. El líder de la Liga, Umberto Bossi, retiró su apoyo a la coalición y precipitó la caída.

Los problemas con la justicia empezaron para Berlusconi cuando presidía en Nápoles una cumbre de la ONU contra el crimen organizado. La policía se presentó en el hotel que ocupaba con una orden de los jueces de Milán que le advertían de que había sido inscrito en una investigación judicial. El escándalo fue mayúsculo pero no tuvo consecuencias concretas para el magnate. Dos años más tarde llegaron los verdaderos motivos de preocupación. Fue procesado y condenado a 28 meses de prisión por financiación ilegal a partidos políticos, aunque los cargos prescribieron. Ha sido condenado también por soborno a la Guardia de Finanzas y por irregularidades en la contabilidad de Fininvest. Tiene pendientes cuatro procesos más, uno de ellos por presunta corrupción a jueces romanos, falsificación de documento de compra de un jugador del Milan, irregularidades contables de Fininvest y el proceso que prepara el juez Garzón por evasión fiscal y violación de las leyes antimonopolio españolas en relación con la cadena Tele 5.

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Si gana las elecciones de mañana, como apuntan los sondeos, una de las primeras cosas que piensa afrontar es la reforma de la justicia: reducción de delitos, separación de las carreras judicial y fiscal; medidas que, quizás, reduzcan también el espesor de las causas pendientes.

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