_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Pensar

Con la vida política andaluza convertida en un parvulario, resulta imposible encontrar reflexiones de cierto interés. Pero, afortunadamente, no se puede decir que aquí no piense nadie. A veces, desde el mundo académico surgen reflexiones que en condiciones normales debían de brotar del mismo debate político.

Reconozco que siento especial debilidad por las reflexiones del profesor Ruiz Robledo, a quien, por cierto, no tengo el gusto de conocer. Ruiz Robledo ha escrito últimamente en este periódico sobre tres asuntos que serían polémicos si aquí hubiera ganas de polemizar: la capitalidad, las diputaciones y la comarcalización de Andalucía.

Estas dos últimas son materias que quedaron pendientes tras la elaboración del Estatuto. Ahora, con perspectiva, se puede ver que las diputaciones no sirven para otra cosa que no sea alimentar el clientelismo político -el profesor Ruiz Robledo propone fusionarlas con las administraciones periféricas de la Junta- y hay experiencia para trazar un mapa comarcal que atienda más a la funcionalidad que al voluntarismo. Las propuestas de Ruiz Robledo en este aspecto son igualmente interesantes: crear comarcas en las que los órganos de gobierno sean directamente elegidos por los ciudadanos que vayan absorbiendo paulatinamente las funciones de los municipios.

Dentro de poco, como se sabe, el Estatuto cumple veinte años y sería bueno que la efeméride no se agote en la celebración de actos pomposos. Es una buena excusa para repensar Andalucía, cosa que además vendría bien para combatir la ola de localismo desatada por las peregrinas reivindicaciones del alcalde sevillano.

Desgraciadamente, no conozco más iniciativa para debatir el Estatuto que la hecha a comienzos de este año por el presidente del Parlamento, Javier Torres Vela, a los diputados que lo redactaron. Les ha pedido que elaboren cada uno un documento en el que expresen qué cosas creen que le sobran y cuáles le faltan. La propuesta es interesante por lo que tiene de intento de abrir un debate sobre la articulación territorial de Andalucía, pero me temo que tiene poco futuro.

En los últimos tiempos -si no recuerdo mal- sólo IU ha tenido alguna iniciativa en este campo y sin excesiva convicción. Los andalucistas, que siempre han mostrado sensibilidad por estos asuntos, están ahora a lo que están.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

El PP no está para filigranas reflexivas: logró alcanzar el Gobierno de la nación a base de un puñado de eslóganes y unos cuantos chistes malos y debe de creer que todo lo demás es una pérdida de tiempo.

Por lo que respecta al Gobierno de Chaves no se puede esperar más que un cosmético cambio de Gabinete que le permita desembarazarse de la consejera de Economía, que ha tenido la absurda ocurrencia de tratar de tomarse en serio la fusión de cajas.

Para qué cambiar, si todo va bien. Tan bien que hasta el director de la RTVA -según se ha podido leer en estas páginas- está orgulloso de su única aportación al medio: el fichaje de María del Monte y los hermanos Calatrava.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_