Estropicios
Apropiación impúdica y sectaria de unos recursos públicos, intento de ocultamiento y manipulación partidista, escalada de desatinos o, simplemente, puro vicio. Se hace difícil calificar el affaire del sondeo del CIS. Descartada por los trabajadores del centro la hipótesis de la imprevisión, y a falta de explicaciones mínimamente creíbles, sólo quedan las opciones menos consoladoras. Sin embargo, a la vista del contenido divulgado de la dichosa encuesta sobre las elecciones vascas, el enojo cede ante el pasmo por la verbena organizada desde las cocinas del Gobierno para esconder o demorar la revelación de datos tan inofensivos.
Una visión conspirativa del poder y la indesmayable trayectoria intervencionista del Ejecutivo de Aznar llevarían a pensar que hay trampa, que todo ha sido una maquiavélica artimaña para enmascarar algún aspecto crucial de la encuesta que se nos ha escamoteado o pasado desapercibido. Aun en ese caso, la operación no ha podido ser más ruinosa. Cuesta imaginar qué supuestas ganancias perseguidas pueden compensar los estropicios causados: el escándalo político, el descrédito del CIS, la sospecha de que se ha tratado de influir en libre criterio de los electores vascos, el asentamiento de la desconfianza en las relaciones partidarias y del recelo en la ciudadanía ante la privatización por el partido en el Gobierno de los resortes de la Administración. Magistral forma de centrar la atención en las trascendentales cuestiones que se dilucidan en las elecciones del próximo domingo, sí señor.
Los antecedentes no invitan a confiar en que, uno de estos días, alguien asuma la autoría de lo sucedido, aunque igual nos conformaríamos con que se nos despejara la duda que nos corroe: ¿ha sido torpeza o calculado desafuero? Como esperar ceses quizá sea excesivo, habrá que estar alerta a los próximos ascensos en el Gobierno.
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