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Los jubilados de Bolivia imploran a Banzer que cumpla sus compromisos

De rodillas, con los brazos abiertos y el rostro bañado en lágrimas, decenas de ancianos, hombres y mujeres, imploraron de nuevo al presidente de Bolivia, Hugo Banzer, que cumpla el acuerdo suscrito con los jubilados el pasado marzo, por el que se estipulaba el incremento de la renta mínima. Al menos 120.000 jubilados reclaman al Gobierno la plena vigencia de ese acuerdo, que las autoridades firmaron para frenar una penosa caminata de ancianos hacia La Paz. Desde hace casi dos semanas, 3.500 de ellos realizan una huelga de hambre.

La oferta establecía una renta mínima de 550 bolivianos (unos 80 dólares), además de la modificación de la Ley de Pensiones para facilitar la cancelación de un pago inversamente proporcional con fondos provenientes de la renta de otros jubilados con pensiones privilegiadas superiores a los 10.000 bolivianos mensuales.

El incumplimiento de este acuerdo ha dado lugar a una huelga de hambre, que comenzó hace diez días, de unos 3.500 jubilados en todo el país, de los que más de 1.100 se encuentran en Cochabamba.

"Viejo, como nosotros"

"Este Gobierno tiene un corazón muy duro, no tiene compasión por la tercera edad, y eso que Banzer es viejo, como nosotros", afirma Damiana Gómez, viuda y madre de siete hijos que cumple este martes el séptimo día de ayuno voluntario.

Pálida y con lágrimas que pugnan por salir de sus ojos, Damiana Gómez asegura que resisitirá hasta el final. "Me puedo morir en la huelga pero este Gobierno tiene que pagarnos lo que nos ha prometido", señala.

Los 240 bolivianos que recibe la obligan a salir a la calle a buscar alguna manera de ganarse el pan. "No hay empleo, pero igual tenemos que salir todos, incluidas las guaguas [niños pequeños], a la calle a buscar trabajo y a veces apenas tenemos un boliviano para pan".

Las autoridades gubernamentales explicaron que el Ejecutivo ha dado cumplimiento a su parte y que le toca ahora al poder legislativo cumplir la suya. Los senadores aprobaron la modificación de la Ley de Pensiones, pero los diputados optaron por elevar en consulta al Tribunal Constitucional la medida, una vez que la cancelación del pago inversamente proporcional no se hará con fondos del Estado boliviano sino con los descuentos a las rentas de jubilación superiores a los 10.000 bolivianos, que percibe un pequeño grupo de jubilados.

"El Gobierno nos ha ofrecido una renta mínima, pero no cumple el acuerdo aunque tiene el aval de la Iglesia católica y de la Asamblea de Derechos Humanos. No cumple ni este ni otro convenio, no tiene seriedad", denunció el secretario ejecutivo de la Federación de Jubilados de Cochabamba, Carlos Medina, que advirtió que, además de las crucifixiones y el encierro en ataúdes, se asumirán otras medidas más drásticas.

Un grupo de mujeres, vestidas con las típicas polleras y sus mantones, recorrieron de rodillas algunas calles del centro de La Paz poco antes de incorporarse a un nuevo piquete de huelguistas.

En Cochabamba, otro grupo de mujeres y varones también de rodillas en la calzada de la plaza de armas de la ciudad, clamaron en llanto por la piedad para sus vidas mientras varios de sus compañeros, algunos solamente con ropa interior, se crucificaban en los balcones de la sede de la Central Obrera.

"Pero Banzer no se apiada de nosotros, no tiene compasión", exclama Basilia Cortez, una jubilada de las minas que tiene una renta de 300 bolivianos con la que tiene que atender a sus cinco hijos. "He trabajado veinte años como palliri en las minas y ahora estoy enferma. Y, aunque quiero, no es fácil que encuentre un empleo para mí".

Basilia Cortez era una de las muchas mujeres, palliris, que se dedicaba a escarbar con las manos o rudimentarias herramientas en los desmontes de minerales para encontrar restos de estaño, separarlos y llevarlos a la empresa para su concentración.

"¿Cómo cree el presidente Banzer que puedo vivir con esa renta que no alcanza para nada?", se queja. "Mis hijos quieren estudiar pero no pueden, tampoco encuentran trabajo", explica y se pone una hoja de coca en la boca. "Con la coquita estoy aguantando, pero me duele la barriga. Del hambre será..."

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