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Elecciones en el País Vasco
Columna
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Los electores vascos juegan a los dados

Si las precauciones siempre son pocas al analizar sondeos electorales con la intención de extraer pronósticos fiables sobre el veredicto futuro de las urnas, la situación actual del País Vasco -atenazado por los sentimientos de temor y desconfianza creados por la amenaza terrorista- aconseja multiplicar al máximo las cautelas. La negativa de algunos encuestados a contestar a las preguntas fuerza a modificar el diseño de la muestra; las respuestas falseadas para ocultar la verdad o simplemente para engañar al encuestador desafían las destrezas del más experto cocinero de sondeos. De añadidura, la sangrienta irrupción en la campaña electoral de ETA, que asesinó el pasado domigo en presencia de su hijo al senador y presidente del PP en Aragón, Manuel Giménez Abad, tendrá presumiblemente repercusiones -sea cual sea su signo- sobre el desarrollo de los comicios no recogidas por los sondeos.

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El análisis comparado de los resultados ofrecidos el pasado fin de semana por los principales institutos demoscópicos (con la escandalosa deserción del gubernamental Centro de Investigaciones Sociológicas) permite descartar hipótesis improbables y concentrar la atención sobre escenarios posibles. Por lo pronto, ningún partido o coalición estará en condiciones de alcanzar por sus propias fuerzas la mayoría absoluta en el Parlamento de Vitoria. También cabe excluir de las hipotéticas combinaciones formadas por los cinco competidores para lograr o superar los 38 escaños fórmulas tan inverosímiles como la concertación del PP y del PSOE con EH: la mayoría absoluta exigiría la alianza entre fuerzas capaces de acordar un gobierno de coalición o un pacto de legislatura sobre valores -democráticos o nacionalistas- compartidos.

Los sondeos no excluyen la posibilidad de que los partidos constitucionalistas o las coaliciones nacionalistas puedan alcanzar conjuntamente -cada bloque por su lado- el listón de los 38 escaños. Si la suma de los diputados populares y socialistas lograse la mayoría absoluta, se da por descontado el gobierno a dos; las coaliciones suelen rechazar la participación de socios superfluos para su constitución. ¿Qué ocurriría si PNV-EA y EH consiguiesen llegar a los 38 escaños? Ibarretxe ha reiterado hasta la saciedad que no pactará con los nacionalistas radicales mientras ETA continúe matando; es evidente, sin embargo, que una nueva tregua terrorista resultaría increíble y sería tan sólo una estratagema táctica para conducir otra vez al nacionalismo moderado al callejón sin salida de la anterior legislatura. ¿Y si EH entregase por sorpresa sus votos a Ibarretxe, simulando no exigir nada a cambio? Arzalluz contestó ayer a Iñaki Gabilondo que el candidato tendría que aceptar en tal caso ese regalo envenenado, con la coartada de no haberlo solicitado, y que su investidura como lehendakari sería -contra toda evidencia- impecablemente democrática.

No es seguro, en cualquier caso, que constitucionalistas o nacionalistas consigan sumar con sus únicas fuerzas la mayoría absoluta parlamentaria. En tal caso, las urnas podrían obsequiar a IU el papel de bisagra capaz de completar la mayoría de unos o de otros. Tampoco es descartable que populares y socialistas, aún sin alcanzar los 38 escaños, tuviesen una mayoría suficiente para formar gobierno, bajo la permanente amenaza de una moción de censura presentada por una coalición negativa de los nacionalistas y de IU. A falta de mayorías relativas claras, queda finalmente la hipótesis de los entendimientos transversales entre los nacionalistas moderados, los populares y los socialistas. El Acuerdo por las Libertades suscrito el pasado diciembre por PP y PSOE exigiría, como condición previa para cualquier combinación de ese estilo, que PNV y EA abandonasen definitivamente y rompieran formalmente el Pacto de Estella. Aun así, las oportunidades para un gobierno tripartito son muy débiles: los populares han anunciado ya su oposición a esa fórmula incluso si los nacionalistas moderados -escenario en sí mismo improbable- regresaran a la vida estatutaria y aceptasen la Constitución. Y un gobierno del PNV y el PSOE sin la participación o al menos el apoyo parlamentario del PP, solución defendida al parecer por algunos socialistas de fuera del País Vasco pero rechazada taxativamente por Nicolás Redondo, también parece descartable.

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