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NOTICIAS DE LA EDICIÓN INTERNACIONAL

La política exterior de El Salvador, hipotecada

"La política exterior de El Salvador está vinculada a conflictos ajenos y del pasado. Además, está hipotecada por las decisiones de Washington por la tolerancia brindada a nuestros inmigrantes durante unos meses en Estados Unidos, luego de los terremotos", explica Napoleón Campos, experto en política internacional, quien asevera que sólo así se podría explicar la torpeza diplomática que el Gobierno de Francisco Flores habría cometido recientemente al intentar, por supuestas presiones estadounidenses, expulsar a una brigada venezolana que participa en la operaciones de reconstrucción tras los seísmos de enero y febrero.

Campos es analista local y ha realizado estudios en la Universidad de Oxford (Reino Unido), así como un doctorado en el madrileño Instituto Ortega y Gasset. Sus investigaciones le llevan a concluir que El Salvador cae en continuos conflictos internacionales porque no hay una institucionalidad que establezca estrategias en este campo. "Después de finalizada la guerra civil, en 1992, gozábamos de prestigio y pudimos jugar un papel protagónico, pero estamos aún vinculados a conflictos ajenos, como en el caso de reconocer a Taiwan y mantener una embajada en Jerusalén, todo ello a espaldas de las grandes decisiones mundiales", asegura el experto a EL PAÍS y añade que la consecuencia de ello es que El Salvador no tiene acceso al mercado emergente más grande del mundo ni a los capitales árabes.

"Amnistía temporal"

Tras los terremotos pasados, Washington aprobó una "amnistía temporal" para centenares de miles de inmigrantes ilegales salvadoreños, lo que Campos considera como el logro más importante que ha tenido el país en el campo diplomático.

Sin embargo, señaló que no por ello "debemos hipotecar el poco ámbito independiente que tenemos. Si de esto Estados Unidos se va a valer para que lo acompasemos en sus acciones en la arena internacional, entonces estamos poniendo punto final a nuestra política exterior".

Las torpezas en el terreno diplomático son evidentes: en el caso de la brigada venezolana, el Gobierno tardó casi una semana en retractarse de la expulsión. A última hora, la ministra de Relaciones Exteriores, María Eugenia Brizuela, calificó el incidente como "una confusión de tiempos y de comunicación", cuando el asunto sólo pudo ser superado gracias a la intervención de los mandatarios de ambas naciones.

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Paralelamente al conflicto con los venezolanos, El Salvador está también envuelto en una guerra comercial con Honduras, desde hace casi un mes, situación que está provocando graves y millonarias pérdidas a los productores avícolas salvadoreños y a los lecheros hondureños. Las fronteras de ambas naciones se han cerrado para los respectivos productos. Pero no fue hasta el pasado jueves que el presidente de El Salvador, Francisco Flores, reconoció que la enfermedad de influenza aviar existe en el país, así como en el resto de naciones de la región. Con este reconocimiento, no se entiende la represalia contra los productos lácteos hondureños.

"Todo indica que la integración centroamericana es una ilusión, una quimera. Seguimos anclados en la retórica romántica de la integración. La situación es peligrosa porque Francisco Flores es el presidente pro tempore del esquema regional del Sistema de Integración Centroamericano [SICA]", dice Campos, que añade: "Estamos tan necesitados de la integración, pero continuamos dándonos patadas debajo de la mesa".

Napoleón Campos explicó que la actual base constitucional de la política exterior tiene una antigüedad de más de 130 años. Desde entonces, no se ha modificado porque ha servido durante todos estos años como "coto político". "Cuando en los países más avanzados los embajadores son propuestos por el Ejecutivo y ratificados por el legislativo, en El Salvador se dan los cargos como premios, pago de favores, envíos al exilio o nepotismo", apuntó.

La Constitución contempla que el presidente de la República sea quien maneje de forma exclusiva la política exterior. "En ese caso, la participación de todos los sectores activos es nula y se evidencian decisiones antojadizas; hay falta de control y se genera corrupción, como constantemente se conoce a nivel público", agregó Campos.

"¿Cuándo va a cambiar esto? No sé, estamos atascados. Hay intereses que quieren preservar la política exterior como coto político; hay que tomar en cuenta, por ejemplo, que apenas tenemos 28 embajadas en el mundo, cuando existen más de 190 Estados; sumando ordenanzas, chóferes y vigilantes, el Ministerio de Relaciones Exteriores tiene aproximadamente 500 empleados, muchos menos que un municipio del gran San Salvador; no hay capacitaciones, no se formulan estrategias... Cuando se decida modernizar, prácticamente habrá que comenzar de cero", finalizó Campos.

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