El director ruso Valeri Gergiev triunfa en el Real con Mahler
Corren tiempos en los que se prefiere aliñar todo con salsas. Pero a la materia prima que defienden Valeri Gergiev y su Orquesta y Coro del Teatro Mariinski de San Petersburgo no le hacen falta condimentos. No necesitan cubrir la carne con pimienta ni con queso picón para provocar los bravos, las ovaciones, el entusiasmo, la emoción que conquistó al público madrileño el pasado domingo con su interpretación de la Sinfonía número dos de Gustav Mahler, conocida como Resurrección. Durante 10 minutos se arroparon con aplausos de esos de heridas en las palmas los saludos de Gergiev y las dos cantantes que emocionaron en el cuarto y quinto movimiento, la soprano Anna Netrebko y la mezzo Zlata Bulycheva.
Se presentó el maestro ruso, repeinado, con esa mirada retadora y su barba a medias, el domingo en el Teatro Real en versión concierto. Llevó toda la artillería. Unas 200 personas, entre miembros de la orquesta e integrantes del coro, llenaban el espacio, algo menos de lo que presentó ayer para su programa ruso, cuando interpretaron la Sinfonía en tres movimientos, de Igor Stravinski; el Concierto para piano y orquesta número dos, de Prokofiev, y los Cuadros de una exposición, de Mussorgky.
El instrumento que ha pergeñado el director ruso, uno de los más poderosos músicos de su generación, es perfecto. Diez años de mano de hierro en uno de los teatros que se han convertido en símbolo de la nueva Rusia han servido a Gergiev no sólo para afrontar el repertorio operístico de su país con autoridad, como es el caso de la Guerra y paz, de Prokofiev, que representan estos días en el mismo teatro, sino también para elevarse al reino del sinfonismo. En la obra de Mahler, una de las cumbres del repertorio mundial, una composición total, estrenada en Berlín en 1895, la máquina demuestra su poderío. Los asistentes comprobaron cómo la cuerda se impone como un sable, el viento recuperaría con Gergiev la estima que nunca tuvo con el compositor, que lo odiaba, y la percusión se muestra como una cama donde reposa y despierta la fuerza y la vida de una formación que anteayer ofreció el concierto del año en Madrid.
Babelia
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