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Columna
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¡Por fin!

No se podrá decir nunca que no ha costado trabajo, pero, al fin, el Gobierno ha accedido a poner en marcha el programa de investigación con toxicómanos, venidos de todos los fracasos, que serán tratados con heroína. La heroína provoca delincuencia, justamente para conseguirla, aunque tampoco está claro que no se llegue a ella, precisamente, por haber pasado antes por la delincuencia. Y ello no excluye el que ataque a jóvenes incluso de familias acomodadas, casos hay. Porque en todas partes hay tristes, marginados, confundidos, que pueden caer en ese infierno, para dolor y desesperación de quienes, cerca de ellos, no se sienten capaces de ayudarles.

La Junta de Andalucía intentaba desde hace tiempo que el Gobierno autorizara un programa para suministrar heroína a toxicómanos que han fracasado ya con todos los tratamientos, que consigue el control sanitario de lo que consumen y mejora su salud y calidad de vida. El plan de la Junta de Andalucía ha sido defendido durante muchos meses, y ahora el Gobierno accede a que se ponga en marcha. Queda otra guerra, que es la que vendrá después de los seis meses que dura el tratamiento, porque, en ese momento, el Gobierno quiere que se deje de suministrar la heroína mientras la Junta de Andalucía quiere prolongar el tratamiento, para evitar el retroceso que supondría volver a la droga sin vigilancia.

La droga plantea problemas graves y de no fácil solución, quienes defienden su prohibición temen que la legalización provoque mayor consumo y, sin embargo, a pesar de la prohibición el consumo crece y crece. Tampoco está claro que la legalización sea la que libere a los jóvenes que caen en la droga de los terribles efectos de su dependencia, pero sí parece claro que cuando alguien no responde ya a nada, ningún tratamiento le sirve y su salud se pierde irremediablemente, nada debe ser más justo, más solidario, más higiénico y más piadoso que asistirlo en su dependencia, para que la devastación sea lo menos cruel posible. Incluso, quién sabe, si al hacerlo y mejorar su salud y su calidad de vida, no se podría incluso producir el milagro de la rehabilitación o el control personal de esa dependencia. Quien ha llegado hasta aquí, está obligado a seguir.

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