El PA ha amortiguado la crisis con el pacto en la Junta
Nunca se ha visto celebrar un avance electoral, aunque leve, de manera tan extravagante. La misma noche de los comicios autonómicos, el entonces candidato del Partido Andalucista, Pedro Pacheco, pidió la dimisión del secretario general, Antonio Ortega, a quien acusó de torpedear su campaña con el propósito de sacar ventaja en el congreso que se avecinaba. Al día siguiente, las noticias sobre el PA, que había logrado escalar un escaño (de cuatro a cinco), hablaban de expulsiones, crisis y nueva fractura del andalucismo. El primer año de legislatura se ha quemado precisamente en eso, pero ni se consumó la expulsión -Pacheco se fue tres minutos antes de que le echaran- ni el partido ha llegado a romperse. Sin embargo, el final de la crisis está aún por escribir: habrá que ver qué hace el alcalde de Jerez con la poderosa agrupación de su ciudad, que fue disuelta ayer, y los grupos diseminados por otros territorios que le apoyan.
El propio Ortega reconoce que el proceso sigue abierto, si bien considera un éxito que la sacudida que ha vivido el PA en este año no haya terminado en una bisección con siglas diferentes, como ocurrió en 1993, cuando Pedro Pacheco creó el PAP, que regresó en 1996 a la fuerza matriz. 'Hace cuatro o cinco años un conflicto de estas características hubiera sido muy peligroso, hemos demostrado una madurez importante'.
Y es que cuando se está en el Gobierno -y el PA ha cumplido un lustro entre la anterior legislatura y ésta- los efectos de las crisis se amortiguan mucho, por muy bufos que resulten sus episodios. El PA apuntala su aparato en las parcelas que tiene en el gabinete de Chaves (Relaciones Institucionales y Turismo y Deportes) y también el liderazgo de su secretario general, consejero de la primera de las carteras y recién nombrado candidato a la Junta. Desde la sorprendente noche electoral hasta el 12º congreso de octubre y la salida de Pacheco, el debate interno se ha caracterizado por una agresividad extrema. No sólo se oyeron las insinuaciones del jerezano respecto a los supuestos negocios inmobiliarios de oscuros orígenes de Alejandro Rojas-Marcos (presidente), en la pelea entraron también los alcaldes de San Fernando (Antonio Moreno) y Écija (Julián Álvarez) con denuncias de falta de democracia y pucherazo del proceso congresual.
El ofuscado cónclave -los guardas del Palacio de Congresos de Torremolinos hicieron de antidisturbios frente a un vocinglero grupo de invitados al que se le cerró el salón de plenos- fue una sucesión de escaramuzas a cinco partes que, lejos de unificar, dejó, si cabe, más patente la dimensión de la fractura. Las normas del PA echaron fuera de la ejecutiva a las familias críticas (40%) y desde la nueva dirección se trazó un plan severo de autoridad, que se tradujo en un expediente a Mar Calderón, la candidata de Mayoría por el Cambio, corriente a la que apoyaba Pacheco, y la marcha de sus principales dirigentes.
Tanto Ortega como el secretario de Comunicación, Javier Aroca, están moderadamente satisfechos con el saldo del balance, pese a quedarse con cuatro parlamentarios, uno de ellos en actitud peligrosamente díscola. 'Si se tiene en cuenta lo que hemos pasado, es para estar contento: se ha ido volviendo a la normalidad', sostiene el secretario general, para quien la principal aportación de su partido a la sociedad andaluza ha sido la gobernabilidad.
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