El problema es mayor
El barcelonismo tiene un problema tan serio que no se arregla con la destitución del entrenador por muy traumática que sea la medida adoptada. Puede que, por conocido, no haya otro remedio más inmediato para romper una dinámica derrotista, pero la casa está tan patas arriba que desde hace un tiempo el banquillo ha pasado a ser un asunto menor.
La salida de Johan Cruyff resultó tan traumática que en cinco años el equipo ha tenido cuatro entrenadores. A Bobby Robson se lo llevaron las ganas de que llegara Louis van Gaal. Van Gaal se largó después que en casa le confundieran con el presidente y fuera encontraran no sólo el antídoto a su método, que, como capaz de ser formulado, fue también susceptible de ser contrarrestado, sino porque el Madrid conquistó la séptima y la octava sobre la marcha. Serra Ferrer no ha durado ni un año, de manera que no deja otro legado que el de constatar lo difícil que es entrenar al Barça; y ahora llega Charly Rexach, el chico para todo, difícil de ser tomado en serio, no por nada, sino porque igual va de segundo de Cruyff que es asesor de Gaspart que entrena al equipo, pero por encima de todo es optimista en un club llorón.
Del equipo precisamente hay poco que decir que no sea que ha perdido presencia en la misma proporción que los jugadores han aumentado su protagonismo. Ronaldo sólo estuvo un año, Figo se pasó al enemigo, Guardiola ha anunciado que lo deja y Rivaldo insiste en que comprendería que le traspasaran. Por las deserciones de futbolistas y los cambios de entrenador, así como por la evolución del propio juego, se supone que el estilo del Barça ha sido superado por rivales más contemporáneos, y de ahí la depresión de la hinchada, que ya se ha pronunciado repetidamente.
El abonado ha sido convocado a votar tres veces en el último lustro: para reelegir a Núñez, para defender a Núñez ante una moción de censura y para elegir al sucesor de Núñez. Una vez que se fue Núñez, el socio se quedó tan huérfano como el aficionado sin Cruyff. Así que desde hace un tiempo los referentes los pone el Madrid: que si Reina puede llegar a ser Casillas, que si Rexach seguirá los pasos de Del Bosque, que a ver si sale un Florentino; que si patatín o patatán.
El barcelonismo se pregunta si es mejor cambiar de entrenador, de jugadores, de presidente o, ya puestos, pasar del fútbol, porque de club nadie se cambia en la vida. En calidad de barcelonista y de directivo de Núñez que contrató y despidió a Cruyff, Gaspart abortó el debate electoral diciendo que tenía respuestas para todo y salió proclamado presidente con la misma celeridad con la que se echa a un entrenador o se ficha un futbolitsas. Nueve meses después, sin embargo, no ha habido ni una buena noticia en el Camp Nou, ni en la organización del club, ni en la renovación del plantel. Pese a tanto relevo, el entrenador se ha visto superado, el equipo está desquiciado, el socio se muestra abatido y el presidente se siente abrumado como un novato. El problema del Barça es que no sabe lo que quiere y nadie quiere saber ya del Barça.
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