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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Hacer las Américas

Bush quiere hacer las Américas, lograr para 2005 una zona de libre comercio desde Alaska hasta Tierra del Fuego. El presidente de EE UU logró ayer el apoyo de 33 jefes de Estado y de Gobierno -es decir, de todos los países del continente, excepto Cuba- reunidos en la cumbre de Quebec (Canadá). Pero el proyecto nace con algunas sombras. La declaración firmada por los líderes americanos especifica claramente que sólo los países con Gobiernos democráticos pueden pertenecer a la nueva zona de libre comercio y advierte de que 'cualquier alteración inconstitucional o interrupción del orden democrático constituye un obstáculo insalvable' para la participación en las negociaciones sobre el futuro mercado común. Es un mensaje dirigido a Cuba y a otros líderes regionales, como el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, que ayer, fiel a sus buenas relaciones con Fidel Castro, único ausente en la cumbre, puso reparos a la cláusula democrática y a la fecha elegida para la entrada en vigor del acuerdo.

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El futuro mercado común americano sólo aceptará a países democráticos

La sensibilidad y las buenas palabras que se han escuchado en Quebec no bastan. Tras este ambicioso proyecto de crear el mayor mercado único del mundo, con 800 millones de habitantes y un PIB conjunto de 11,5 billones de dólares -el 40% del PIB mundial-, se esconden muchas diferencias y enormes dificultades. Con un Mercosur bloqueado por la crisis económica que sufre Argentina y con una mal enfocada lucha contra el narcotráfico que lleva a reforzar tantas fronteras, ¿cómo se puede hablar de crear en cuatro años un Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA)? Brasil, entre otros países, se resiste a este proyecto continental e incluso en EE UU hay sectores proteccionistas que tratarán de impedir que el Congreso otorgue a Bush los poderes necesarios para culminar tan compleja negociación. Incluso México, unido a Estados Unidos por el NAFTA, tiene reticencias, pero de otro calibre, pues no quiere una dependencia total del gran vecino del Norte. Pero, sobre todo, el proteccionismo sigue siendo la norma en unas Américas en las que las desigualdades son demasiado grandes para pensar en un mercado único integrado. Los del Sur no quieren que Canadá o EE UU les impongan sus normas sociales o medioambientales. En cualquier caso, ya hay un calendario pactado, lo que no es poco.

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Los pasos dados en la cumbre de Quebec, pese a las protestas de los antiglobalizadores, reflejan que la globalización va de la mano de la regionalización. Ello no significa que Europa deba tener recelos ante el ALCA. Todo lo contrario, pues puede favorecer la apertura comercial no sólo de las Américas, sino también de una Europa aún demasiado cerrada sobre sí misma. El proyecto del ALCA no significa una reedición de la doctrina Monroe ni que EE UU pretenda expulsar a los europeos de América Latina. La Unión Europea, que en 1999 celebró una cumbre en Río con América Latina y los países del Caribe, ya tiene un acuerdo con México. Habrá competencia transatlántica, pero lo que se abre es una oportunidad de colaboración cruzada entre las Europas, pues también son varias, y las Américas.

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