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Reportaje:

Los entresijos de la Asamblea

El Parlamento regional abre sus puertas a los ciudadanos mañana y el miércoles de 10.00 a 19.00

Una tarde andaba el consejero de Presidencia, Manuel Cobo, defendiendo con verdadero ardor -digno, sin duda, de tal causa- la postura de su Gobierno en la tribuna de la Asamblea. El hemiciclo, presidido por un bello mural de Lucio Muñoz, estaba medio vacío. Dormitaba, tal vez, alguna señoría, los cronistas tomaban apuntes, ni un alma ya en la tribuna de invitados. El presidente, el popular Jesús Pedroche, interrumpió al orador:

-Señor consejero, un momento... Ruego a sus señorías que guarden silencio, y, si quieren hablar, abandonen la sala.

El consejero miró asustado la desolación de los escaños y -más asustado- cómo algunos diputados se dirigían a la salida. Se volvió hacia Pedroche y dijo en tono de queja:

Los diputados tienen 100 días laborables al año, y cobran, de sueldo base, 535.728 pesetas

-No los anime usted...

Entre los políticos, como en todas las profesiones, hay unos que trabajan y otros que trabajan menos. Pero, ¿cuánto trabajan? Según el calendario, los días laborables no llegan a 100 en un año. De los 365 días hay que descontar el mes de enero, que no se considera hábil, es decir, que no tiene actividad parlamentaria. Tampoco la hay en julio y agosto. Y, en ocasiones, el curso se abre mediado septiembre. Navidad y Semana Santa tampoco son hábiles.

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La última semana de cada mes no hay actividad. A ello hay que sumar puentes, festividades y los 100 sábados y domingos del año. Vista así, la vida del diputado es dura, aunque -como se dice en broma- más duro sea trabajar. Esta semana, por las dos jornadas de puertas abiertas -mañana y pasado mañana- no se considerará hábil, por lo que los ciudadanos no verán a sus señorías ganarse el sueldo.

Hace unos meses los parlamentarios -y en esto no hubo discrepancias entre los grupos- se subieron la nómina. Se argumentó que era una manera de 'dignificar el trabajo de los políticos'. Una dignidad de 535.728 pesetas mensuales, que es lo que se dejaron de jornal. El presidente de la Cámara percibe otras 350.000 más. Si el diputado es, además, vicepresidente, cobra otras 264.000. El secretario de la Asamblea suma 230.000 a sus emolumentos, y los portavoces de cada grupo, casi 300.000 pesetas más. Los miembros de la Junta de Portavoces perciben un extra de 233.000 pesetas, y los presidentes de comisión, unas 100.000 pesetas. Un portavoz de una comisión se lleva cerca de 132.000 pesetas. Pero estas asignaciones no puede acumularse.

No todos los diputados se dedican en exclusividad al Parlamento. Algunos no abandonan sus profesiones y, en ese caso, sólo cobran 189.000 pesetas al mes. En el PSOE, de un total de 39 congresistas que forman el grupo, hay ocho que continúan con sus ocupaciones habituales y acuden a la Asamblea una o dos veces por semana, a participar en los plenos o en las reuniones de su grupo. Pedro Sabando, portavoz socialista, y Cristina Almeida, que son senadores además de parlamentarios regionales, han renunciado a su sueldo y cobran a través de la Cámara alta.

El PP no le sale caro a las arcas de la Asamblea. De sus 55 diputados, tiene 24 con dedicación plena. El resto cobra de otras instancias. Catorce, por ejemplo, tienen sus trabajos o negocios; cuatro son senadores; otros tres, alcaldes, y media docena, miembros del Gobierno regional de Alberto Ruiz-Gallardón. Los ocho diputados de IU no sólo están entregados en cuerpo y alma a la Asamblea, es que, además, dado su escaso número, han de multiplicarse para representar a su grupo en comisiones y plenos. Cada uno de ellos tiene, al menos, cuatro de las 15 comisiones existentes. En las comisiones se discuten proposiciones legislativas y comparecen responsables del Gobierno o de la Administración a instancias de los distintos grupos.

Una vez a la semana, los jueves, se celebra el pleno de la Cámara.En él tiene lugar la sesión de control al Gobierno. La oposición y el partido en el poder presentan sus preguntas, previamente pactadas en la Junta de Portavoces. El presidente del Ejecutivo suele responder a tres preguntas (una por cada grupo). Y las demás son planteadas de viva voz a los consejeros responsables de cada área.

En el pasado del parlamentarismo español, el tiempo de intervención era ilimitado. Pero hoy todo está medido. Y cualquier desaguisado verbal no puede durar más allá de tres minutos en la sesión de preguntas. El presidente, Jesús Pedroche, cuida del tiempo con auténtico rigor, aunque a veces se permita una cierta tolerancia. Pero suele ser muy mirado y corta a unos y a otros.

Antes tampoco se podía leer desde la tribuna. Ahora, sí. Y eso da lugar a situaciones un tanto chuscas. Porque, en ocasiones, el diputado interpelante trae ya su respuesta escrita y, responda lo que responda el otro, él endilga sus folios, vengan o no vengan a cuento. Como cuando la iniciativa parte de un parlamentario del PP. En estos casos, lo que se pregunta tiene como objetivo que se luzca el interesado.

Pero, a veces, el jaboneo es tan evidente que, en una ocasión, la oposición empezó a aplaudir con gran alborozo a Víctor Eriberri, diputado del PP, por sus loas a las explicaciones que había dado Alicia Moreno, consejera de Cultura, sobre el apasionante mundo de la Red de Museos Etnográficos. Pedroche pidió que dejaran de aplaudir, porque sonaba a pitorreo.

Pero, en líneas generales, los diputados madrileños salvan honrosamente su papel. Suelen tener ironía, gracia a veces, y hasta, en ocasiones, hacen gala de una vasta erudición. No llega nunca la sangre al río, por más que en ocasiones Pedroche se vea obligado a pedir a alguna señoría que rebaje su tono. Son conocidas, por ejemplo, las discrepancias entre el socialista Julián Revenga y el consejero de Obras Públicas y vicepresidente del Gobierno regional, Luis Eduardo Cortés. Y conocido es que la diputada de PSOE-Progresistas Teresa Nevado pone de los nervios al consejero de Economía, Luis Blázquez.

En otros casos se da una relación de buen entendimiento y hasta de cortesía. El socialista Antonio Chazarra se lleva bien con Alicia Moreno, y la alecciona, le da consejos y cita a los clásicos para defender sus ideas.

Lo que ocurre es que los debates suelen estar cantados, al tener el PP mayoría absoluta. En las elecciones del 13 de junio de 1999, la candidatura encabezada por Alberto Ruiz-Gallardón obtuvo 55 diputados; el PSOE, con Cristina Almeida al frente de la lista, logró 39, e Izquierda Unida, con Ángel Pérez a la cabeza, sacó ocho escaños. La holgada mayoría del PP es la causa de que la oposición, en ocasiones, se suma en la melancolía al ver cómo los votos dejan en nada sus iniciativas.

La sensación de que el parlamento de Vallecas es de segunda -ni siquiera el Rayo Vallecano sirve ya de comparación al haberse situado en Primera División- arranca casi desde el nacimiento de esta Cámara y de esta Comunidad. El 14 de junio de 1982 se reunieron bajo la presidencia de un viejo socialista y ateneísta, José Prat, parlamentarios y diputados provinciales por Madrid en el castillo de Manzanares el Real para elaborar el estatuto de autonomía.

El estatuto se publicó como ley orgánica el 25 de febrero de 1983. Y el 8 de junio de ese mismo año, en el paraninfo de la Complutense, se celebró la primera sesión plenaria. El socialista Ramón Espinar presidía la Mesa y Joaquín Leguina era investido como primer presidente de la Comunidad. Doce años presidió Leguina el Gobiermo regional. En 1995, las urnas situaban a un joven del PP, Alberto Ruiz-Gallardón, hasta entonces jefe de la oposición, en la presidencia del Ejecutivo.

Desde 1983 hasta 1998 la Asamblea realizó sus trabajos en un viejo caserón de la calle de San Bernardo. Un edificio de 1600 que fue noviciado de jesuitas. Fue Universidad y, en ella, los estudiantes protagonizaron sonadas protestas en los años sesenta. Pero el viejo caserón se caía a pedazos.

La Administración del socialista Leguina se planteó buscar una nueva ubicación. Vallecas Sur, surgido de las chabolas de los emigrantes de los años cincuenta, fue el barrio elegido. Y así fue como la llamada Rusia Chica terminó albergando la Asamblea. Un proyecto de Ramón Valls Navascués y Juan Blasco se eleva hoy, con su arquitectura de cristal, en el centro de Madrid Sur. Éste es el edificio que los ciudadanos podrán visitar mañana y el miércoles en horario ininterrumpido de 10.00 a 19.00.

La Asamblea está en la plaza del mismo nombre, a la altura del número 140 de la avenida de Pablo Neruda. Se puede acceder en los autobuses números 57 y 144 o en el tren de cercanías.

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