Voluntad de servicio o de recaudación

El viernes 6 de abril intenté salir de Madrid a las 13.00, y a las 14.30 me encontraba atrapada en la Ciudad Santa Eugenia con decenas de miles de madrileños más, pero sin ver ni un solo agente de la Guardia Civil, ni entonces ni durante el resto del viaje hasta las playas situadas entre Murcia y Alicante. Exactamente lo mismo me ocurrió el día de mi regreso, sábado 14, desde mi salida a las 12.00 hasta la llegada a Madrid afortunadamente sin incidentes, aunque ya con una considerable densidad de tráfico.

El miércoles 11 se nos ocurrió dirigirnos a Totana para ver la cerámica de esta región y pasar allí la tarde. Cuando íbamos por una carretera de servicio perfectamente pavimentada, en recta y con visibilidad absoluta, puesto que se trata de un llano, me sorprendió una señal de límite de velocidad a 50, ya que un camino tiene acceso a dicha carretera; levanté el pie del acelerador y continué hasta la siguiente curva, en la que dos agentes me hicieron señales. Pensé de inmediato que era un control policial por el elevado número de vehículos detenidos, pero ¡qué va!, es que habíamos pasado a 80 y nos tocaba la consabida sanción, a mí y a muchos de los que circulaban por allí.

La multa (30.000 pesetas) me sentó fatal, pero la acepto como se acata la sentencia de un juez demasiado escrupuloso; lo que de verdad me atormenta es la duda que me invade desde que he conocido la muerte de 138 personas en las carreteras, y es la siguiente: si los cuatro agentes desplazados a esta zona (dos toman la foto y dos sancionan) hubieran estado en algún otro lugar de los llamados puntos negros, ¿podrían haber evitado alguna de esas muertes? No lo sabré, pero, en cualquier caso, eso hubiera significado voluntad de servicio y no de recaudación.