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Sin liderazgos claros, peligra la democracia en Bolivia

Los expertos encuentran un creciente descontento en la polarizada sociedad boliviana

Bolivia vive uno de los momentos más difíciles del periodo democrático por la polarización social y política que se ha dado y que puede afectar a la misma supervivencia de la democracia, coincidieron en señalar el politólogo Jorge Lazarte y la socióloga Maria Teresa Zegada.

Las marchas de protesta, las huelgas y la amenaza de un bloqueo de las carreteras del país ante el incumplimiento gubernamental de acuerdos suscritos hace un año, se han sumado a la petición hecha al Gobierno por la empresa privada y sectores profesionales de medidas urgentes para reactivar una economía en recesión.

Tanto el politólogo, desde La Paz, como la socióloga, en Cochabamba, expresaron su preocupación ante el delicado momento que afronta la democracia boliviana, recuperada con mucho sacrificio en octubre de 1982 luego de casi dos décadas de una sucesión de gobiernos militares de facto.

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"Hay un clima de descontento generalizado que involucra a todos los sectores de la población, incluida la empresa privada y sectores pudientes, descontento muy relacionado con los resultados de la política económica", vigente desde 1985 en el país, explicó Lazarte e hizo notar que aunque no es una cuestión de pobreza, "son los pobres los que están llevando adelante las protestas".

Este descontento, que tiene origenes estructurales en el sistema económico y de partidos, "está dando lugar a la aparición de liderazgos fuera de la clase tradicional y que buscan la ruptura del orden social", advirtió por su parte Zegada.

Lazarte observó que el proceso de malestar social está intimamente ligado a tres factores: la fractura social del país en dos mitades, una de ellas mayoritariamente excluida del desarrollo, como resultado de la aplicación de la política económica neoliberal; un segundo factor es la recesión económica, tanto por el impacto de la crisis de varios países, como por el deficiente manejo administrativo en las esferas gubernamentales, que ha afectado significativamente a la empresa privada; y el tercer factor es el de la persistencia de la corrupción en el aparato estatal. "El modelo económico ha logrado la estabilidad de las variables macroeconómicas, pero al cabo de 15 años de vigencia, no se ha dado solución a los problemas del boliviano", explicó Zegada y dijo que además de una mayor pobreza y mayor desempleo, lo que se ha conseguido es un creciente número de excluidos y marginados que, eso sí, pueden expresarse en democracia.

La Bolivia de los excluidos y marginados "no se siente representada por la clase política que, además está considerada corrupta" y arrastra todavía el caudillismo y el caciquismo, que irrita a la ciudadanía, según Zegada.

En ese panorama, se suma la tensión político-partidaria derivada de posiciones personales intransigentes e irreconciliables que también han polarizado la situación. La coalición gobernante no ha logrado entenderse con su mayor adversario, el Movimiento Nacionalista Revolucionario, que se ha apartado de su propósito de una oposición constructiva después de que los socios cogobernantes optaron por repartirse cuotas de poder en las Cortes Electorales, además de otras instituciones del Estado.

El politólogo Lazarte cree que es urgente evitar que los problemas que afronta el país -a los que se suma la deficiente gestión gubernamental- se nutran recíprocamente y se conviertan en una verdadera amenaza para la democracia.

El primer paso es distender las relaciones entre los partidos de Gobierno y la oposición, a fin de que resuelvan sus diferencias e inmediatamente puedan atender los problemas del país, relegados hasta ahora a un segundo plano.

Pero esta distensión parecía hoy más lejos tras las iras que ha desatado en la coalición gubernamental la petición de alejar a Hugo Banzer de la Presidencia, formulada por el principal adversario político, el Movimiento Nacionalista Revolucionario.

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